domingo, 8 de febrero de 2015

Cristo, nuestra única esperanza

Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. Hebreos 4:13.
El Señor es un Dios que lo sabe todo. En su Palabra se lo representa como pesando a los hombres en el desarrollo de sus caracteres y en todos sus motivos, sean éstos buenos o malos. Ana, la madre de Samuel, el niño que recibiera en respuesta a su fervorosa súplica, dijo: “El Dios de todo saber es Jehová, y a él toca el pesar las acciones”. 1 Samuel 2:3. David declaró: “Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón; pesándolos a todos igualmente en la balanza, serán menos que nada”. Salmos 62:9. Isaías dice: “Tú, que eres recto, pesas el camino del justo”. Isaías 26:7. Salomón escribe: “Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los espíritus”. Proverbios 16:2. Es de interés eterno que cada uno escudriñe su propio corazón y desarrolle cada facultad otorgada por Dios.
Hay muchas lecciones importantes que aprender. Recordemos que no hay motivo alguno en el corazón del hombre que Dios no vea claramente. Los motivos de cada uno son pesados tan cuidadosamente como si el destino de cada ser humano dependiera únicamente de ese resultado. Necesitamos conectamos con el poder divino a fin de recibir mayor luz y una comprensión mejor de cómo razonar de causa a efecto.
Necesitamos cultivar la capacidad de entendimiento, mediante nuestra participación de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. Considere cada uno de nosotros en forma cuidadosa esta solemne verdad: Dios en el cielo es fiel y no hay designio, no importa cuán intrincado sea; ni motivo, no importa cuán cuidadosamente se lo haya ocultado, que El no comprenda claramente. El lee las intenciones secretas de cada corazón. El hombre puede hacer planes para realizar acciones deshonestas pensando que Dios no lo sabe, pero en el gran día cuando los libros sean abiertos y cada hombre sea juzgado por las cosas escritas en ellos, esas acciones aparecerán tales cuales son...
No hay nadie, no importa cuán fervorosamente esté tratando de hacer lo mejor, que pueda decir “no tengo pecado”. El que dijese esto estaría en un engaño peligroso. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. 1 Juan 1:8. ¿Cómo podemos escapar, entonces, de la acusación: “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto”? Debemos mirar a Cristo. A un costo infinito hizo un pacto para ser nuestro Representante en las cortes celestiales, nuestro Abogado delante de Dios.—Manuscrito 23, del 8 de febrero de 1906, “Un Dios de sabiduría que pesa las acciones”.*

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