jueves, 5 de junio de 2014

SER SEMEJANTE A JESÚS.

Nunca aprovecharse de la desgracia de otro

No torcerás el derecho del extranjero ni del huérfano, ni tomarás en prenda la ropa de la viuda.
Deuteronomio 24:17.

La Palabra de Dios no sanciona los métodos que enriquezcan a una clase mediante la opresión y las penurias impuestas a otra. Esta Palabra nos enseña que, en toda transacción comercial, debemos ponernos en el lugar de aquellos con quienes tratamos; mirar no sólo por nuestros intereses, sino también por los ajenos. El que se aprovecha del infortunio de otro para medrar, o se vale de la flaqueza o la incompetencia de su prójimo, viola los principios y los preceptos de la Palabra de Dios.

“No torcerás el derecho del extranjero ni del huérfano, ni tomarás en prenda la ropa de la viuda”. “Cuando entregares a tu prójimo alguna cosa prestada, no entrarás en su casa para tomarle la prenda. Te quedarás fuera, y el hombre a quien prestaste te sacará la prenda. Y si el hombre fuere pobre, no te acostarás reteniendo aún su prenda”. “Si tomares en prenda el vestido de tu prójimo, a la puesta del sol se lo devolverás. Porque sólo eso es su cubierta... ¿En qué dormirá? Y cuando él clamare a mí, yo le oiré, porque soy misericordioso”. “Y cuando vendiereis algo a vuestro prójimo, o comprareis de mano de vuestro prójimo, no engañe ninguno a su hermano” Deuteronomio 24:17, 10-12; Éxodo 22:26, 27; Levítico 25:14 .

“No hagáis injusticia en juicio, en medida de tierra, en peso ni en otra medida”. “No tendrás en tu bolsa pesa grande y pesa chica, ni tendrás en tu casa efa grande y efa pequeño”. “Balanzas justas, pesas justas y medidas justas tendréis” Levítico 19:35; Deuteronomio 25:13, 14; Levítico 19:36.

“Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses”. “El impío toma prestado y no paga; mas el justo tiene misericordia y da” Mateo 5:42; Salmos 37:21...

El plan de vida que Dios dio a Israel estaba destinado a ser una lección objetiva para toda la humanidad. Si estos principios fueran practicados hoy, ¡cuán diferente sería el mundo!—El Ministerio de Curación, 141, 142.

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