jueves, 6 de noviembre de 2014

Los padres deben comenzar la reforma en el hogar


Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma. Salmos 143:8.
Cuando Dios dio a Jesús al mundo, incluyó todo el cielo en ese don. No nos lo dejó para retener nuestros defectos y deformidades de carácter, o para servirlo como mejor pudiéramos en la corrupción de nuestra naturaleza pecaminosa. Hizo provisión para que pudiéramos estar completos en su Hijo, no teniendo nuestra propia justicia, sino la justicia de Cristo. En Cristo, todo el almacén del conocimiento y de la gracia está a nuestra disposición; porque en él habita “corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Colosenses 2:9.
Cristo dio su vida por nosotros; somos su propiedad. “¿O ignoráis”, dice él, “que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. 1 Corintios 6:19, 20. Los hijos de Dios deben mostrar su amor por él, cumpliendo sus demandas, entregándose a él. Sólo entonces puede él usarlos en su servicio, para que otros, por medio de ellos, puedan discernir la verdad y regocijarse en ella.
Pero el pueblo de Dios está adormecido a su bien presente y eterno. El Señor les dice: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha

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