sábado, 17 de junio de 2023

La debida observancia del sábado

El 25 de diciembre de 1865 se me indicó que se ha observado el sábado con demasiada negligencia. No ha habido prontitud para cumplir los deberes regulares durante los seis días de trabajo que Dios ha dado al hombre, ni cuidado para no usurpar una hora del tiempo santo y sagrado que él se ha reservado. No hay negocios humanos que deban ser considerados de suficiente importancia para hacerle a uno transgredir el cuarto precepto de Jehová. Hay casos en los cuales Cristo mismo ha dado permiso para trabajar aun en el sábado, como cuando se trata de salvar la vida de hombres o de animales. Pero si violamos la letra del cuarto mandamiento para beneficiarnos desde un punto de vista pecuniario, llegamos a ser violadores del sábado y somos culpables de transgredir todos los mandamientos; porque si ofendemos en un punto somos culpables en todos. Si, a fin de ahorrar nuestros bienes, violamos el mandamiento expreso de Jehová, ¿dónde nos detendremos? ¿Dónde fijaremos los límites? Si transgredimos en un asunto pequeño, y lo consideramos como si no fuese pecado particular de nuestra parte, la conciencia se endurece, las sensibilidades se embotan, a tal punto que podemos ir más lejos, y realizar bastante trabajo y seguir lisonjeándonos de ser observadores del sábado cuando, según la norma de Cristo, estamos violando cada uno de los santos preceptos de Dios. Los observadores del sábado están en falta al respecto; pero Dios es muy escrupuloso, y todos los que sientan que están ahorrando un poco de tiempo, u obteniendo ventajas por usurpar un poco del tiempo del Señor, tarde o temprano sufrirán una pérdida. El no los puede bendecir como le agradaría hacerlo, porque su nombre es deshonrado por ellos, y sus preceptos menospreciados. La maldición de Dios recae sobre ellos y perderán diez o veinte veces más de lo que ganan. “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado.” Malaquías 3:8. Dios dió al hombre seis días en los cuales trabajar para sí, pero se reservó un día en el cual se le ha de honrar especialmente. Debemos glorificarle y respetar su autoridad. Y sin embargo el hombre roba a Dios apropiándose de un poco del tiempo que el Creador reservó para sí. Dios puso aparte el séptimo día como período de descanso para el hombre, para bien del hombre tanto como para su propia gloria. Vió que las necesidades del hombre requerían que durante un día descansase del trabajo y cuidado, que su salud y vida peligrarían sin un período de reposo del trabajo y ansiedad de los seis días. El sábado fué hecho para beneficio del hombre; y transgredir a sabiendas el santo mandamiento que prohibe trabajar en el séptimo día es, a la vista del cielo, un crimen considerado de tal magnitud bajo la ley mosaica, que exigía la muerte del que lo cometiera. Pero esto no era todo lo que el delincuente había de sufrir, porque Dios no llevará al cielo a un transgresor de su ley. Deberá sufrir la segunda muerte, que es la penalidad plena y final a que se hace acreedor el transgresor de la ley de Dios.

 

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