viernes, 28 de julio de 2023

Una influencia positiva


Debes conducirte de tal manera que nadie necesite equivocarse acerca de ti. Sin decisión, no puedes ejercer influencia en el mundo. Tus resoluciones pueden ser buenas y sinceras, pero fracasarán a menos que hagas de Dios tu fortaleza y avances con firme resolución de propósito. Debes consagrar todo tu corazón a la causa y la obra de Dios. Debes desear sinceramente obtener experiencia en la vida cristiana. Debes ejemplificar a Cristo en tu vida.

No puedes servir a Dios y a Mammón. Estarás completamente del lado del Señor o del lado del enemigo. “El que no es conmigo, contra mí es; el que conmigo no recoge, desparrama.” Lucas 11:23. Algunas personas fracasan en su vida religiosa porque son vacilantes e irresolutas. Con frecuencia se convencen y casi llegan al punto de entregarlo todo para Dios; pero, al no decidirse, vuelven a caer. Mientras están en el pecado, su conciencia se endurece, y se vuelve cada vez menos susceptible a las impresiones del Espíritu de Dios. Su Espíritu las ha amonestado y convencido, pero ha sido despreciado y contristado hasta que casi se ha apartado de ellas. No se puede jugar con Dios. El nos muestra claramente nuestro deber, y si no andamos en la luz, ésta se convierte en tinieblas. Dios te invita a ser colaborador suyo en su viña. Empieza donde te encuentres. Acude a la cruz, y allí renuncia a ti mismo, al mundo y a todo ídolo. Acepta plenamente a Jesús en tu corazón. Te hallas en un lugar donde es difícil conservar la consagración y ejercer una influencia que aparte a otros del pecado, de los placeres y de la insensatez para que anden en el camino angosto, que deben seguir los redimidos del Señor. Entrégate completamente a Dios; ríndelo todo sin reserva y busca así la paz que sobrepuja todo entendimiento. No puedes ser nutrido por Cristo a menos que estés en él. Si no estás en él, eres un sarmiento seco. No sientes tu necesidad de pureza y verdadera santidad. Debes anhelar con fervor el Espíritu Santo, y orar fervorosamente para obtenerlo. No puedes esperar la bendición de Dios sin buscarla. Si empleas los recursos que se hallan a tu alcance, experimentarás un crecimiento en la gracia, y te elevarás a una vida superior. No es natural para ti amar las cosas espirituales, pero puedes adquirir este amor ejercitando tu mente y las fuerzas de tu ser en esa dirección. Lo que necesitas es el poder de obrar. La verdadera educación es el poder de usar nuestras facultades de manera que produzcan resultados benéficos. ¿Por qué ocupa la religión tan poco de nuestra atención mientras que el mundo obtiene la fuerza del cerebro, de los huesos y de los músculos? Es porque toda la fuerza de nuestro ser se dedica a ello. Nos hemos preparado para dedicarnos con fervor y poder a los negocios mundanales hasta el punto que ahora es fácil para la mente inclinarse en este sentido. Esta es la única razón que nos explica por qué los creyentes encuentran tan difícil la vida religiosa y tan fácil la vida mundanal. Las facultades han sido educadas para ejercer su fuerza en esa dirección. En la vida religiosa se han aceptado las verdades de la Palabra de Dios, pero no se las ha ilustrado en forma práctica en la vida. El cultivo de los pensamientos religiosos y sentimientos de devoción no es hecho parte de la educación. Debieran influir en el ser entero y regirlo completamente. El hábito de hacer lo recto es lo que se necesita. Se obra intermitentemente bajo influencias favorables; pero el pensar natural y fácilmente en las cosas divinas no es el principio que rige la mente.

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