domingo, 19 de noviembre de 2023

Dios conduce a su pueblo


Dios está conduciendo a un pueblo para que se coloque en perfecta unidad sobre la plataforma de la verdad eterna. Cristo se dió a sí mismo al mundo para que pudiese “limpiar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” Tito 2:14. Este proceso de refinamiento está destinado a purificar a la iglesia de toda injusticia y del espíritu de discordia y contención, para que sus miembros edifiquen en vez de derribar y concentren sus energías en la gran obra que está delante de ellos. Dios quiere que sus hijos lleguen todos a la unidad de la fe. La oración de Cristo, precisamente antes de su crucifixión, pedía que sus discípulos fuesen uno, como él era uno con el Padre, para que el mundo creyese que el Padre le había enviado. Esta, la más conmovedora y admirable oración, llega a través de los siglos hasta nuestros días, porque sus palabras son: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos.” Juan 17:20.

¡Cuán fervorosamente deben tratar de contestar esta oración en su vida los que profesan seguir a Cristo! Muchos no se dan cuenta del carácter sagrado de la relación con la iglesia, y les cuesta someterse a la restricción y disciplina. Su conducta demuestra que exaltan su propio juicio por encima del de la iglesia unida y no evitan cuidadosamente el estimular un espíritu de oposición a su voz. Los que ocupan posiciones de responsabilidad en la iglesia pueden tener faltas como los demás y pueden errar en sus decisiones; pero, no obstante eso, la iglesia de Cristo en la tierra les ha dado una autoridad que no puede ser considerada con liviandad. Después de su resurrección, Cristo delegó el poder en su iglesia diciendo: “A los que remitiereis los pecados, les son remitidos: a quienes los retuviereis, serán retenidos.” Juan 20:23. La relación con la iglesia no se ha de cancelar a la ligera; sin embargo, cuando algunos que profesan seguir a Cristo se ven contrariados, o cuando su voz no ejerce la influencia dominante que les parece merecer, amenazan con abandonar la iglesia. En verdad, al abandonar la iglesia ellos serán los que más sufrirán, porque al retirarse de su esfera de influencia se someten plenamente a las tentaciones del mundo.

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