Por el pastor Aubrey Duncan
Una advertencia muy solemne
En uno de Sus últimos discursos con Sus discípulos antes de Su crucifixión, Jesucristo profetizó acerca de los acontecimientos que tendrían lugar justo antes de Su regreso al planeta Tierra. Cuando Sus compañeros más cercanos le preguntaron cuáles serían las señales de Su regreso, el Salvador respondió: “Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos” (Mateo 24:4-5).
Procedió a hablar de todas las señales con las que nos resulta tan fácil identificarnos: pestilencias, perturbaciones en los elementos naturales y luchas entre tribus y naciones. Pero, como si quisiera que nos centráramos en la señal más grande de todas, reiteró: “Y se levantarán muchos falsos profetas, y engañarán a muchos” (Mateo 24:11). Volvió a enfatizar: “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios; de tal manera que, si fuere posible, engañarán a los mismos escogidos” (Mateo 24:24).
El apóstol Pablo, confirmando las amonestaciones del Salvador, advirtió: “Porque tales son falsos apóstoles, obreros engañosos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es de extrañar; porque el mismo Satanás se transforma en ángel de luz. Por tanto, no es gran cosa si también sus ministros se transforman en ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11:13-15). Con tanta certeza como fue predicho por el Mesías y corroborado por su siervo Pablo, el engaño abunda en el mundo.
El engaño, por su propia naturaleza, es peligroso y mortal. En pocas palabras, el engaño es creer sinceramente que algo es verdad cuando, en realidad, es evidentemente falso. Tal es la noción popular de la Tribulación de Siete Años, que ocurre después del Rapto Secreto. Ninguno de estos conceptos se puede encontrar en ninguna parte de las Sagradas Escrituras. Pero, ¿de dónde vienen y por qué son tan populares? La respuesta a esas preguntas es que, lamentablemente, una abrumadora mayoría de personas que se identifican como cristianas no estudian la Biblia por sí mismas. Más bien, repiten como loros las ideas de maestros carismáticos populares que tienen una comprensión perversa del plan de redención de Dios y de la Santa Biblia, que lo revela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario