martes, 19 de marzo de 2024

¿Apreciamos el amor de Dios?


Joyas de los Testimonios 3

¿No sabéis que él nos amó y se dió por nosotros, para que a nuestra vez nos diésemos a él? ¿Por qué no habrían de expresar amor a Cristo todos los que le reciben por la fe, así como se expresó su amor a nosotros por quienes él murió?

Se nos representa a Cristo como buscando a la oveja que se había perdido. Su amor nos circuye y nos trae de vuelta al redil. Su amor nos da el privilegio de sentarnos con él en los lugares celestiales. Cuando la bendita luz del Sol de justicia resplandece en nuestros corazones y descansamos en paz y gozo en el Señor, alabemos al Señor; alabemos a Aquel que es nuestra salud y nuestro Dios. Alabémosle, no sólo en palabras, sino por la consagración a él de todo lo que somos y tenemos. “¿Cuánto debes a mi señor?” Lucas 16:5. No lo podéis computar. Puesto que todo lo que tenéis es suyo, ¿le privaréis de lo que exige? Cuando él lo pide, ¿lo retendréis egoístamente como si fuese vuestro? ¿Lo guardaréis y lo aplicaréis a algún otro fin que la salvación de las almas? Es así como se pierden miles de almas. ¿Cómo podemos manifestar mejor nuestro aprecio del sacrificio de Dios y su gran don al mundo, que enviando donativos y ofrendas, con la alabanza y el agradecimiento de nuestros labios por el gran amor con que nos amó y nos atrajo a sí mismo? Mirando al cielo en súplica, presentaos vosotros mismos a Dios como siervos suyos, y todo lo que tenéis, diciendo: Señor, “lo recibido de tu mano te damos.” 1 Crónicas 29:14. A la vista de la cruz del Calvario y del Hijo del Dios infinito crucificado por vosotros, comprendiendo ese amor sin par, ese maravilloso despliegue de la gracia, sea vuestra ferviente pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga?” El os ha dicho: “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura.” Marcos 16:15. Cuando veáis en el reino de Dios a las almas salvadas por vuestros donativos y servicios, ¿no os regocijaréis de que pudisteis hacer esta obra? Acerca de los apóstoles de Cristo, está escrito: “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con las señales que se seguían.” Marcos 16:20. Sin embargo, el universo celestial aguarda los canales por los cuales los raudales de la misericordia han de fluir por el mundo. El mismo poder que tuvieron los apóstoles está ahora a la disposición de los que quieran servir a Dios. El enemigo inventará todo ardid de que es capaz para impedir que la luz resplandezca en nuevos lugares. El no quiere que la verdad alumbre “como una antorcha.” ¿Consentirán nuestros hermanos en que tengan éxito sus planes para estorbar la obra?

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