martes, 12 de marzo de 2024

Despiértese a los ociosos


Hay almas que están pereciendo sin Cristo, y los que profesan ser discípulos de Cristo las dejan morir. A nuestros hermanos se les han confiado talentos para la obra de salvar almas; pero algunos los han envuelto en un pañuelo y los han enterrado en el suelo. ¿Qué semejanza tienen estos ociosos con el ángel al cual se representa volando por en medio del cielo, proclamando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús? ¿Qué súplicas se pueden hacer a los ociosos para despertarlos, a fin de que vayan a trabajar para el Maestro? ¿Qué podemos decir al miembro de la iglesia perezoso para hacerle sentir la necesidad de desenterrar su talento y darlo a los banqueros? No habrá ociosos ni perezosos en el reino de los cielos. ¡Dios quiera presentar este asunto en toda su importancia a las iglesias dormidas! ¡Ojalá que Sión se levante y se vista sus ropas de gala! ¡Ojalá resplandezca!

Hay muchos ministros ordenados que nunca han atendido como pastores a la grey de Dios, que nunca han velado por las almas como quienes deben dar cuenta. En vez de desarrollarse, la iglesia queda en la condición de un cuerpo débil y deficiente. Los miembros de la iglesia, acostumbrados a confiar en la predicación, hacen poco para Cristo. No llevan fruto, sino que más bien aumentan su egoísmo e infidelidad. Ponen su esperanza en el predicador y dependen de sus esfuerzos para mantener viva su débil fe. Por cuanto los miembros de la iglesia no han sido debidamente instruídos por aquellos a quienes Dios puso como veedores, muchos son siervos perezosos que ocultan sus talentos en la tierra, y, sin embargo, se quejan de cómo el Señor los trata. Esperan ser atendidos como niños enfermos. Esta condición de debilidad no debe continuar. Debe hacerse obra bien organizada en la iglesia, para que sus miembros sepan cómo impartir la luz a otros, y así fortalecer su propia fe y aumentar su conocimiento. Mientras impartan aquello que recibieron de Dios, serán confirmados en la fe. Una iglesia que trabaja es una iglesia viva. Somos incluídos en la edificación como piedras vivas, y cada piedra ha de emitir luz. Cada cristiano es comparado a una piedra preciosa que capta la gloria de Dios y la refleja. La idea de que el ministro debe llevar toda la carga y hacer todo el trabajo, es un gran error. Podría suceder que, recargado de trabajo y quebrantado, descendiera al sepulcro cuando, si la carga hubiese sido compartida como el Señor quería, habría continuado viviendo. A fin de que la carga sea distribuida, deben educar a la iglesia los que pueden enseñar a otros a seguir a Cristo y trabajar como él trabajó.

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