sábado, 12 de octubre de 2024

ES 0:08 / 10:33 El impacto del pecado en la tierra después del diluvio


 Patriarcas y profetas. LAS AGUAS subieron quince codos sobre las más altas montañas. A menudo le pareció a la familia que ocupaba el arca que todos perecerían, pues durante cinco largos meses su buque flotó de un lado para otro, aparentemente a merced del viento y las olas. Fue una prueba grave; pero la fe de Noé no vaciló, pues tenía la seguridad de que la mano divina empuñaba el timón. Cuando las aguas comenzaron a bajar, el Señor guió el arca hacia un lugar protegido por un grupo de montañas conservadas por su poder. Estas montañas estaban muy poco separadas entre sí, y el arca se mecía este quieto refugio, sin que el inmenso océano la agitara ya. Esto alivió a los cansados y sacudidos viajeros. Noé y su familia esperaban ansiosamente que bajasen las aguas; pues anhelaban volver a pisar tierra firme. Cuarenta días después que se hicieron visibles las cimas de las montañas, enviaron un cuervo, ave de olfato delicado, para ver si la tierra ya estaba seca. No encontrando más que agua, el ave continuo yendo y viniendo. Siete días después, se envió una paloma, la cual al no encontrar dónde posarse, regresó al arca. Noé esperó siete días más, y nuevamente envió la paloma. Cuando ésta regresó por la tarde con una hoja de olivo en el pico, hubo gran alborozo en el arca. Más tarde "quitó Noé la cubierta del arca, y miró, y he aquí que la faz de la tierra estaba enjuta." (Gén. 8:13.) Todavía esperó pacientemente dentro del arca. Como había entrado obedeciendo un mandato de Dios, esperó hasta recibir instrucciones especiales para salir. Finalmente descendió un ángel del cielo, abrió la maciza puerta y mandó al patriarca y a su familia que saliesen a tierra, y llevasen consigo todo ser viviente. En su regocijo por verse libre, Noé no se olvidó de Aquel en virtud de cuyo misericordioso cuidado habían sido protegidos. Su primer acto después de salir del arca fue construir un altar y ofrecer un sacrificio de toda clase de bestias y aves limpias, con lo que manifestó su gratitud hacia Dios por su liberación, y su fe en Cristo, el gran sacrificio. Esta ofrenda agradó al Señor y de esto se derivó una bendición, no sólo para el patriarca y su familia, sino también para todos los que habrían de vivir en la tierra. " "Y percibió Jehová olor de suavidad; y dijo Jehová en su corazón: No tornaré más a maldecir la tierra por causa del hombre.... Todavía serán todos los tiempos de la tierra; la sementera y la siega, y el frío y calor, verano e invierno, y día y noche, no cesarán." (Vers. 21, 22.) En esto había una lección para las futuras generaciones. Noé había tornado a una tierra desolada; pero antes de preparar una casa para sí, construyó un altar para Dios. Su ganado era poco, y había sido conservado con gran esfuerzo. No obstante, con alegría dio una parte al Señor, en reconocimiento de que todo era de él. Asimismo nuestro primer deber consiste en dar a Dios nuestras ofrendas voluntarias. Toda manifestación de su misericordia y su amor hacia nosotros debe ser reconocida con gratitud, mediante actos de devoción y ofrendas para su obra. En el cielo una semejanza del arco iris rodea el trono nimba la cabeza de Cristo. El profeta dice: "Cual parece el arco del cielo que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor [del trono]. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová." (Eze. 1:28.) Juan el revelador declara: "Y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y sobre el trono estaba uno sentado. . . . Y un arco celeste había alrededor del trono, semejante en el aspecto a la esmeralda." (Apoc. 4:2, 3.) Cuando por su impiedad el hombre provoca los juicios divinos, el Salvador intercede ante el Padre en su favor y señala el arco en las nubes, el arco iris que está en torno al trono y sobre su propia cabeza, como recuerdo de la. misericordia de Dios hacia el pecador arrepentido.

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