Ptr. Robert Pierson Presidente de la Conferencia General (1966-1979).
Nota del Editor: Este mensaje fue presentado el lunes 16 de octubre 1978 por el pastor Robert H. Pierson a los dirigentes, delegados y obreros -de todo el mundo- que asistieron al Concilio Anual de la Conferencia General de los Adventistas del Séptimo Día. Frente al riesgo de incurrir en un accidente cerebrovascular, debido a las presiones incesantes de su presidencia, y para sorpresa de todos los asistentes del Concilio Anual, anunció su retiro de la presidencia, a partir del 3 de enero de 1979. Este es su último discurso como presidente y es considerado como el más memorable.
Fuente: "Final Appeal to God's People / Review and Herald, October 26, 1978 Autor: Robert H. Pierson. Se desempeñó como presidente de la Unión de las Indias Occidentales Británicas (1944-1947), presidente de la División de Asia del Sur (1950-1954), presidente de la Conferencia de Tennessee-Kentucky (1954-1957), presidente de la Conferencia de Texas (1957-1958 ), presidente de la División de África del Sur (1958-1962), presidente de la División Trans-África (1962-1966), y en última instancia, como presidente de la Conferencia General (1966-1979). Fue un escritor prolífico. Su biografía"Radiant With Hope" es uno de los 28 libros que escribió, muchos de ellos traducidos a varios idiomas, así como cientos de artículos.
Nota: El pastor Pierson murió de un ataque al corazón, Cuando el Pastor Colin Standish fue a visitar a su esposa, ella le dijo que a su esposo, lo encontraron muerto en posición de Oración sobre su cama. Fue un hombre que sufrió hasta el último momento por el mensaje adventista. Murió en el año de 1989.
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"Esta va a ser la última vez que en mi actual función estaré ante los líderes de mi iglesia, vuestra iglesia, nuestra iglesia, y tengo algunas palabras que dejarles. He tomado mis pensamientos del anciano Ralph Neall y de su esposa, donde ellos describen cómo una secta evoluciona en una iglesia. Ellos dicen que una secta a menudo comienza a través de un líder carismático con un tremendo poder de conducción y compromiso, y que surge como una protesta contra la mundanalidad y el formalismo en una iglesia. Generalmente es abrazada por los pobres. Los ricos perderían mucho uniéndose a ella, ya que es impopular, despreciada, y perseguida por la sociedad en general. Ella posee creencias bien definidas y firmemente sostenidas por sus celosos miembros.
Cada miembro toma su propia decisión para unirse a ella y sabe lo que ella cree. Hay poca organización o propiedad, y hay pocos edificios. El grupo posee normas estrictas y controles de comportamiento. Los predicadores, a menudo sin educación, surgen por una compulsión interna. Existe poca preocupación con las relaciones públicas.
Y así surge la segunda generación. Con el crecimiento viene la necesidad de organización y de construir edificios. Como resultado de la diligencia y de la frugalidad, los miembros se vuelven prósperos. A medida que la prosperidad aumenta, comienza a disminuir la persecución. Los hijos que nacen en el movimiento no necesitan tomar decisiones personales para adherirse a ella. Ellos no necesitan necesariamente saber lo que creen. No necesitan establecer sus propias posiciones. Estas ya han sido establecidas para ellos. Los predicadores surgen más por selección y por aprendizaje de los obreros más antiguos, que por una compulsión interna directa.
En la tercera generación, se desarrolla la organización y son establecidas las instituciones. Se ve la necesidad de escuelas para mantener la fe de los padres. Son establecidos los colegios o universidades. Los miembros tienen que ser exhortados para que vivan de acuerdo con las normas, mientras que al mismo tiempo las normas de la membrecía son rebajadas. El grupo se vuelve descuidado a respecto de desfraternizar a los miembros no practicantes. El celo misionero se enfría. Hay más preocupación con respecto a las relaciones públicas. Los líderes estudian métodos para propagar su fe, empleando algunas veces recompensas extrínsecas como motivación para que sus miembros ejecuten su servicio. Los jóvenes cuestionan por qué son tan diferentes de los demás, y comienzan los casamientos con personas de otra fe.
En la cuarta generación hay mucho más maquinaria; aumenta el número de administradores mientras que el número de obreros en el campo disminuye proporcionalmente. Se efectúan grandes concilios de iglesia para definir doctrinas. Son establecidas más escuelas, universidades, y seminarios. Estos van al mundo para buscar su acreditación y tienden a volverse secularizados. Se reexaminan las posiciones y se modernizan los métodos. Se le da atención a la cultura contemporánea, con un interés en las artes: música, arquitectura, literatura. El movimiento trata de volverse “relevante” para con la sociedad contemporánea envolviéndose en causas populares. Los servicios se vuelven formales. El grupo goza de completa aceptación por parte del mundo. ¡La secta se ha convertido en una iglesia!.
Hermanos y hermanas, ¡esto jamás debiera acontecerle a la Iglesia Adventista del Séptimo Día! Esta no es una iglesia más — ¡es la iglesia de Dios! Pero ustedes son los hombres y mujeres que están sentados en este santuario esta mañana, y donde Dios quiere asegurarse que esto no va a suceder.
Ya existen fuerzas sutiles, hermanos y hermanas, que están comenzando a ser agitadas. Desafortunadamente, existen aquellos en la iglesia que menosprecian la inspiración de la Biblia, que desprecian los primeros 11 capítulos del Génesis, que cuestionan la corta cronología de la tierra, del Espíritu de Profecía, y que sutilmente, y a veces no tan sutilmente, atacan el Espíritu de Profecía. Existen algunos que apuntan a los Reformadores y a los teólogos contemporáneos como fuente y norma para las doctrinas Adventistas del Séptimo Día. Existen aquellos que supuestamente están cansados con las repetitivas frases del Adventismo. Existen aquellos que quisieran olvidar las normas de la iglesia que nosotros amamos. Existen aquellos que codician y que cortejan el favor de los evangélicos; aquellos que le quitarían el manto a una determinada persona; y aquellos que caminarían en el mundo secular y material.
Compañeros líderes, amados hermanos y hermanas, ¡no permitan que esto suceda!
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