miércoles, 19 de septiembre de 2012

Cada día con Dios. Elena G. de White

LA PRUEBA DE LA SINCERIDAD


"Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos." Sant. 1: 22.

El Señor quiere que toda alma lo sirva. Aquellos para quienes se han abierto los oráculos sagrados, que ven la verdad, y se entregan a Dios en cuerpo, alma y espíritu, comprenderán que las palabras del Salvador: "Ve hoy a trabajar en mi viña" "(Mat. 21: 28), son un requerimiento, aunque no una obligación. La voluntad de Dios se manifiesta en su Palabra y los que creen en Cristo pondrán en práctica sus creencias. Serán hacedores de la Palabra.

"La prueba de la sinceridad no depende de lo que se dice, sino de los hechos. Cristo no le pregunta a nadie: "¿Hablas tú más que los demás?", sino: "¿Haces tú más que los demás?" Estas palabras suyas están llenas de significado: "Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis" (Juan 13: 17). Las palabras no tienen valor a menos que sean sinceras y veraces. El talento de la palabra resulta eficaz y de valor cuando está acompañado de los hechos correspondientes. Es vital para cada alma que escuche la Palabra y la ponga en práctica.

"Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella" (Mat. 7: 13). . . Tenemos evidencias de que hay muchos engañadores en el mundo que dicen: "Sí, Señor, iré", pero no van. Pueden pronunciar palabras suaves y hacer hermosos discursos, pero engañan; revelan por medio de sus vidas que sus palabras no están arraigadas en Dios. La vida práctica es una manifestación genuina del carácter. Por medio de nuestras palabras y obras revelamos ante el mundo, los ángeles y los hombres si creemos que Cristo es nuestro Salvador personal.

Por medio de nuestras buenas obras no podemos adquirir el amor de Dios, pero podemos demostrar que lo poseemos. Si sometemos nuestra voluntad y nuestra conducta a Dios, no obraremos para conseguir el amor del Señor, en cambio, obedeceremos sus mandamientos porque es justo hacerlo. Juan, el discípulo, escribió: "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero" ( 1 Juan 4: 19). La verdadera vida espiritual se manifestará en toda alma que esté sirviendo a Cristo. Los que estén vivos en el Señor estarán llenos de su Espíritu, y no podrán hacer otra cosa sino trabajar en su viña. Pondrán en práctica las palabras de Dios. Medite cada alma con oración para que pueda obrar consecuentemente ( Manuscrito 120 , del 23 de agosto de 1899, "Id hoy a trabajar en mi viña").

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