sábado, 21 de diciembre de 2019

DEVOCIONAL NUESTRA ELEVADA VOCACIÓN "La cruz antes de la corona", 21 de diciembre



Y también todos los que quieren vivir píamente en Cristo Jesús, padecerán persecución. 2 Timoteo 3:12. Debemos fortalecer nuestra fe y avivar nuestro amor yendo a menudo a los pies de la cruz, y contemplando allí la humillación de nuestro Salvador. ¡Contemplad la Majestad del cielo sufriendo como un transgresor! Su pureza inmaculada y su justicia sin mancha no lo escudaron de la falsedad y el reproche. El llevó humildemente la oposición de los pecadores, y entregó su vida para que nosotros pudiéramos ser perdonados y vivir para siempre. ¿Queremos seguir en sus pisadas? La única razón por la cual ahora no sufrimos una mayor persecución es porque en nuestras vidas no ejemplificamos más fielmente la vida de Cristo. Os aseguro, hermanos y hermanas, que si anduvierais como él anduvo sabríais qué es ser perseguido y reprochado por causa de él. Si esperamos llevar la corona, debemos esperar llevar la cruz. Nuestras mayores pruebas vendrán de aquellos que profesan la piedad. Así sucedió con el Redentor del mundo; y así acontecerá con sus seguidores. ... Aquellos que anhelan ganar la corona de vida eterna no necesitan sorprenderse o desanimarse debido a que a cada paso hacia la Canaán celestial encuentran obstáculos y pruebas. ... El Salvador sabe qué es lo mejor. La fe crece en la lucha contra la duda, las dificultades y las pruebas. La virtud se fortalece resistiendo a la tentación. La vida del soldado fiel es una batalla y una marcha. No hay reposo, compañero peregrino, en este lado de la Canaán celestial. ... Pero Juan en su santa visión contempla a las almas fieles que salen de la tribulación rodeando el trono de Dios, vestidas de vestidos blancos, y coronadas de gloria inmortal. ¿Qué importa que hayan sido consideradas como la basura de la tierra? En el juicio investigador sus vidas y sus caracteres son puestos a consideración delante de Dios, y ese solemne tribunal cambia la decisión de sus enemigos. Su fidelidad a Dios y a su Palabra permanece manifiesta, y se les conceden los más altos honores del cielo en la lucha contra el pecado y Satanás.—The Review and Herald, 28 de agosto de 1883.

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