domingo, 29 de diciembre de 2019

DEVOCIONAL NUESTRA ELEVADA VOCACIÓN "Hagamos un inventario", 29 de diciembre



Hazme saber, Jehová, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuánto tengo de ser del mundo. Salmos 39:4. Otro año casi ha pasado a la eternidad. ... Repasemos el registro del año que pronto terminará. ¿Qué adelantamiento hemos hecho en la experiencia cristiana? Nuestra obra, ¿la hemos hecho de tal manera que soportará la inspección del Maestro, el cual ha dado a cada persona una obra de acuerdo con sus habilidades? ¿Será consumida como paja, madera y rastrojo, indigna de ser preservada? ¿O bien soportará la prueba del fuego? ... Se han tomado todas las provisiones para que alcancemos a la altura de la estatura en Cristo Jesús, que satisfará la norma divina. Dios no se agrada de sus representantes si se conforman con ser enanos cuando podrían crecer a la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo. ... El quiere que tengáis grandes pensamientos, aspiraciones nobles, percepciones claras de la verdad y elevados propósitos de acción. Cada año que pasa debería aumentar el anhelo del alma por la pureza y la perfección del carácter cristiano. Y si este conocimiento aumenta día a día, mes a mes, año a año, no será una obra que será consumida como heno, madera o rastrojo; sino que estará en la piedra fundamental, oro, plata y piedras preciosas—obras que no son perecederas, sino que soportarán los fuegos del día final. ¿Hacemos nuestra obra terrena, temporal, con una precisión, una fidelidad que soportará el escrutinio? ¿Testificarán contra nosotros en el día de Dios aquellos a quienes hemos hecho mal? Si es así, el registro ha pasado al cielo, y lo volveremos a encontrar. Debemos trabajar para el ojo del gran Capataz, ya sea que nuestros laboriosos esfuerzos sean vistos y apreciados por los hombres o no. Ningún hombre, mujer o niño puede servir aceptablemente a Dios realizando una obra descuidada, casual y fingida, sea en el trabajo secular o religioso. El verdadero cristiano tendrá un ojo limpio para percibir la gloria de Dios en todas las cosas, animando sus propósitos y fortaleciendo sus principios con este pensamiento: “Hago esto para Cristo”.—The Review and Herald, 16 de diciembre de 1884.

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