miércoles, 25 de diciembre de 2019

Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha visto a Dios fuera de ti, que hiciese por el que en él espera. Isaías 64:4.

 Muchos han ansiado penetrar en las glorias del mundo futuro y tener revelados los secretos de los eternos misterios; pero llaman en vano. Lo revelado es para nosotros y para nuestros hijos... El gran Revelador ha abierto ante nuestras inteligencias muchas cosas que son esenciales a fin de que podamos comprender los atractivos celestiales y estimar el premio de la recompensa... Las explicaciones de Jesús respecto de las cosas celestiales son de tal carácter que sólo la mente espiritual puede apreciarlas. La imaginación puede echar mano de sus más potentes facultades a fin de imaginarse las glorias del cielo, pero “cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. 1 Corintios 2:9. Las inteligencias celestiales nos rodean... Ángeles de luz crean una atmósfera celestial alrededor del alma, elevándonos hacia lo invisible y eterno. No podemos contemplar sus formas con nuestra vista natural; sólo por la visión espiritual podemos discernir las cosas celestiales. Nuestras facultades humanas serían aniquiladas por la inexpresable gloria de los ángeles de luz. Sólo el oído espiritual puede percibir la armonía de las voces celestiales. No es el plan de Cristo que se exciten las emociones mediante descripciones brillantes. En la ciencia de la salvación el Señor Jesús ha ordenado que nadie viva de la excitación. Con suficiente claridad se ha presentado a sí mismo, el camino, la verdad y la vida, como los únicos medios por los cuales se ha de obtener la salvación. En verdad no se exige nada más que eso.—Carta 30, 1893.

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