domingo, 20 de agosto de 2023

La recreación cristiana

He estado pensando en el contraste que habría entre nuestra reunión de hoy aquí y las reuniones que celebran generalmente los incrédulos. En vez de hacer oración y mencionar a Cristo y las cosas religiosas, se oirían risas torpes y conversaciones triviales. Su objeto sería pasar momentos alegres. La reunión comenzaría con insensatez y terminaría con vanidad. Nosotros queremos que estas reuniones sean dirigidas de tal manera, y que nosotros nos conduzcamos de tal modo que podamos volver a nuestros hogares con una conciencia libre de ofensa contra Dios y el hombre, con el conocimiento de que no hemos herido en nada a aquellos con quienes nos hemos asociado, ni hemos ejercido influencia perniciosa sobre ellos. En esto fracasan muchos. No consideran que son responsables de la influencia que ejercen diariamente; que deben dar cuenta a Dios de las impresiones que causan y de la influencia que difunden en todo su trato de la vida. Si esta influencia es tal que tienda a apartar de Dios la mente de otros y atraerlos hacia la vanidad y la insensatez, induciéndolos a buscar su propio placer en diversiones y complacencias insensatas, tendrán que dar cuenta de ello. Y si estas personas son hombres y mujeres de influencia, si su posición es tal que su ejemplo afectará a otros, recaerá sobre ellos un pecado mayor por no regir su conducta de acuerdo con la norma bíblica. La ocasión que estamos celebrando hoy concuerda precisamente con mis ideas acerca de la recreación. He procurado exponer mis opiniones al respecto, pero es más fácil ilustrarlas que exponerlas. Estuve en este terreno hace más o menos un año, cuando había una reunión similar a ésta. Casi todo transcurrió muy agradablemente entonces, pero había algunas cosas que objetar. Algunos se entregaron a muchas bromas. Todos no eran observadores del sábado, y se manifestaba una influencia que no era tan agradable como podríamos haber deseado. Pero creo que aun mientras estamos procurando refrigerar nuestros espíritus y vigorizar nuestros cuerpos, Dios requiere de nosotros que empleemos todas nuestras facultades en todos los momentos con el mejor propósito. Podemos asociarnos juntos como lo hacemos hoy, y hacerlo todo para gloria de Dios. Podemos y debemos dirigir nuestras recreaciones de tal manera que nos dejen más idóneos para desempeñar con éxito los deberes que nos incumben, y para que nuestra influencia sea más benéfica sobre aquellos con quienes tratamos. Tal debiera ser especialmente el caso en una ocasión como ésta, que debiera alegrarnos a todos. Podemos volver a nuestras casas con el espíritu animado y el cuerpo refrigerado, preparados para reanudar el trabajo con mejor esperanza y más valor. Creemos que cada día de nuestra vida es nuestro privilegio glorificar a Dios aquí en la tierra; que no hemos de vivir en este mundo simplemente para divertirnos y agradarnos a nosotros mismos. Estamos aquí para beneficiar a la humanidad, para ser una bendición para todos. Y si dejamos que nuestro espíritu se rebaje al nivel en el cual muchos de los que procuran solamente la vanidad y la insensatez permiten que se espacie el suyo, ¿cómo podemos beneficiar a la sociedad, a nuestra especie y generación? No podemos dedicarnos inocentemente a cualquier diversión que nos incapacite para el más fiel desempeño de los deberes comunes de la vida. Queremos buscar lo elevado y hermoso. Queremos desviar la mente de lo superficial, vano e inestable. Lo que deseamos es obtener nuevas fuerzas de todo aquello en lo cual participemos. De todas estas reuniones destinadas a la recreación, de todo trato agradable, queremos obtener nueva fuerza para llegar a ser mejores hombres y mujeres. De toda fuente posible adquiramos nuevo valor, nueva fuerza, nuevo poder, a fin de elevar nuestra vida a la pureza y la santidad, y no descender al bajo nivel de este mundo.

 

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