domingo, 1 de octubre de 2023

Intereses mundanos y tesoros celestiales


Joyas de los Testimonios 1

Ha habido en la iglesia una gran falta de generosidad cristiana. Los que estaban en la mejor posición para hacer progresar la causa de Dios, han hecho poco. Dios ha atraído misericordiosamente a una clase de personas al conocimiento de la verdad para que apreciase el inestimable valor de ésta en comparación con los tesoros terrenales. Jesús les ha dicho: “Seguidme.” Las está probando con una invitación a la cena que él ha preparado. Observa para ver qué carácter adquirirán, y si considerarán que sus propios intereses son de mayor valor que las riquezas eternas. Muchos de estos amados hermanos formulan, por medio de sus actos, las excusas mencionadas en la siguiente parábola:

“El entonces le dijo: Un hombre hizo una grande cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya está todo aparejado. Y comenzaron todos a una a excusarse. El primero le dijo: He comprado una hacienda, y necesito salir y verla; te ruego que me des por excusado. Y el otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; ruégote que me des por excusado. Y el otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. Y vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de la familia, dijo a su siervo: Ve presto por las plazas y por las calles de la ciudad, y mete acá los pobres, los mancos, y cojos, y ciegos.” Lucas 14:16-21. Esta parábola representa correctamente la condición de muchos de los que profesan creer la verdad presente. El Señor les ha enviado una invitación a venir a la cena que él ha preparado para ellos con gran costo de su parte; pero los intereses mundanales les parecen de mayor importancia que el tesoro celestial. Están invitados a participar en cosas de valor eterno; pero sus fincas, sus ganados y los intereses de su hogar les parecen de importancia tanto mayor que la obediencia a la invitación celestial, que superan para ellos toda atracción divina, y hacen de esas cosas terrenales una excusa para desobedecer el mandato celestial: “Venid, que ya está todo aparejado.” Estos hermanos siguen ciegamente el ejemplo de los mencionados en la parábola. Contemplan sus posesiones mundanales y dicen: “No, Señor, no puedo seguirte: te ruego que me des por excusado.” Estos hombres usan como excusa por no poder obedecer los requerimientos de la verdad, las mismas bendiciones que Dios les dió con el fin de probarlos para ver si darán “lo que es de Dios, a Dios.” Abrazan sus tesoros terrenales y dicen: “Debo cuidarlos; no debo descuidar las cosas de esta vida; son mías.” De este modo el corazón de esos hombres se ha endurecido como el camino trillado. Cierran la puerta de su corazón al mensajero celestial que les dice: “Venid, que ya está todo aparejado,” pero la abren para dejar entrar las cargas del mundo y las preocupaciones de los negocios, y Jesús llama en vano.

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