Las murmuraciones del antiguo Israel y su descontento rebelde, como también los grandes milagros realizados en su favor, y el castigo de su idolatría e ingratitud, fueron registrados para nuestro beneficio. El ejemplo del antiguo Israel es dado como advertencia para el pueblo de Dios, a fin de que evite la incredulidad y escape a su ira. Si las iniquidades de los hebreos hubiesen sido omitidas del relato sagrado, y se hubiesen relatado solamente sus virtudes, su historia no nos habría enseñado la lección que nos enseña.
Los incrédulos y los que aman el pecado disculpan sus delitos citando la perversidad de hombres a quienes antiguamente Dios dió autoridad. Arguyen que si esos santos cedieron a la tentación y cometieron pecados, no es de admirar que ellos también hagan el mal; e insinúan que no son tan malos al fin y al cabo, puesto que tienen delante de sí tan ilustres ejemplos de iniquidad. Los principios de la justicia exigían una narración fiel de los hechos para beneficio de todos los que hubiesen de leer el relato sagrado. En esto discernimos evidencias de la sabiduría divina. Se nos pide que obedezcamos a la ley de Dios, y no sólo se nos instruye en cuanto a la penalidad de la desobediencia, sino que se narra para nuestro beneficio y amonestación la historia de Adán y Eva en el paraíso, y los tristes resultados de su desobediencia a los mandamientos de Dios. El relato es completo y explícito. La ley que fué dada al hombre en el Edén está registrada juntamente con la penalidad que la acompañaría en caso de que fuese desobedecida. Luego sigue la historia de la tentación y la caída, y el castigo infligido a nuestros padres cuando cayeron. Su ejemplo nos es dado como advertencia en lo que respecta a la desobediencia, a fin de que sepamos con seguridad que la paga del pecado es la muerte, que la justicia retributiva de Dios no se elude, y que él exige de los seres que ha creado una estricta obediencia a sus mandamientos. Cuando la ley fué proclamada en el Sinaí, ¡cuán definida fué la penalidad incluída, cuán seguro fué el castigo que había de seguir a la transgresión de aquella ley, y cuán claros fueron los casos registrados como evidencia de este hecho! La pluma inspirada, fiel a su tarea, nos habla de los pecados que vencieron a Noé, Lot, Moisés, Abrahán, David y Salomón, y hasta nos cuenta que aun el enérgico espíritu de Elías se abatió bajo la tentación durante su terrible prueba. Están fielmente registradas la desobediencia de Jonás y la idolatría de Israel. La negación de Pedro, la aguda contienda que hubo entre Pablo y Bernabé, las flaquezas de los profetas y los apóstoles, todo queda revelado por el Espíritu Santo, que descorre el velo del corazón humano. Ante nosotros se expone la vida de los creyentes, con todos sus defectos e insensateces, que están destinados a ser una lección para todas las generaciones que los habían de seguir. Si hubiesen sido perfectos, habrían sido sobrehumanos, y nuestra naturaleza pecaminosa nos haría desesperar de llegar jamás a tal punto de excelencia. Pero al ver cómo lucharon y cayeron, cómo cobraron nuevamente ánimo y vencieron por la gracia de Dios, cobramos aliento para avanzar contra los obstáculos que la naturaleza degenerada coloca en nuestro camino. Dios ha sido siempre fiel en castigar el crimen. Envió a sus profetas para amonestar a los culpables, denunciar sus pecados y pronunciar juicio contra ellos. Los que se preguntan por qué la Palabra de Dios destaca los pecados de sus hijos en forma tan clara que los burladores pueden ridiculizarlos y los santos deplorarlo, deben considerar que todo fué escrito para su instrucción, a fin de que evitaran los males registrados e imitaran solamente la justicia de los que sirvieron al Señor. Necesitamos precisamente las lecciones que la Biblia nos da, porque juntamente con la revelación del pecado, está registrada la retribución que sigue. El pesar y la penitencia del culpable, el llanto del alma enferma de pecado, llegan del pasado hasta nosotros, diciéndonos que el hombre necesitaba entonces como ahora la gracia perdonadora de Dios. Las Escrituras nos enseñan que aunque él castiga el delito, se compadece del pecador arrepentido y lo perdona.Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda forma de mal. 1 Tesalonicenses 5: 21-22_ Espacio de análisis de los acontecimientos actuales relacionados con la profecía bíblica
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