domingo, 17 de diciembre de 2023

El carácter sagrado de los mandamientos de Dios

Muy respetable Hno. ***: En enero de 1875 se me mostró que hay impedimentos en el camino de la prosperidad espiritual de la iglesia. El Espíritu de Dios está contristado porque muchos no son como debieran ser en su corazón y su vida. La fe que profesan no está en armonía con sus obras. No observan como debieran el sagrado día de reposo del Señor. Cada semana roban a Dios usurpando los extremos de su santo tiempo; y dedican a las cosas mundanales las horas que debieran dedicar a la oración y la meditación. Dios nos ha dado sus mandamientos, no sólo para que creamos en ellos, sino para que los acatemos. Cuando el gran Jehová echó los cimientos de la tierra y adornó al mundo entero con su manto de belleza y lo llenó de cosas útiles al hombre; cuando hubo creado todas las maravillas de la tierra y del mar, instituyó el sábado y lo santificó. Dios bendijo y santificó el séptimo día porque había descansado en él de toda su maravillosa obra de la creación. El sábado fué hecho para el hombre, y Dios quiere que en ese día dejemos de lado nuestro trabajo, así como él descansó después de trabajar seis días en la creación. Cuando a los que reverencian los mandamientos de Jehová se les haya dado la luz con referencia al cuarto precepto del Decálogo, lo obedecerán sin averiguar la posibilidad o conveniencia de una obediencia tal. Dios hizo al hombre a su imagen, y luego le dió el ejemplo al observar el séptimo día que había santificado. Ordenó que en aquel día el hombre le adorara y no se entregase a ninguna ocupación mundana. Nadie que desprecie el cuarto mandamiento después de haber recibido luz acerca de las exigencias del sábado, puede ser tenido por inocente a la vista de Dios. Hno. ***, Vd. reconoce los requerimientos divinos con respecto a la observancia del sábado, pero sus obras no están en armonía con lo que declara ser su fe. En la medida en que Vd. infringe la ley de Dios, arroja el peso de su influencia en favor del bando incrédulo. Cuando sus preocupaciones temporales parecen requerir atención, Vd. viola el cuarto mandamiento sin compunción. Hace de la observancia de la ley de Dios asunto de conveniencia, obedeciendo o desobedeciendo según lo exijan sus negocios o su inclinación. Esto no es honrar el sábado como institución sagrada. Vd. contrista al Espíritu de Dios y deshonra a su Redentor al seguir esta conducta temeraria.

 

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