Judas cedió a las tentaciones de Satanás y traicionó a su mejor amigo. Pedro aprendió y aprovechó las lecciones de Cristo, y llevó a cabo la obra de reforma que se les encomendó a los discípulos cuando su Señor ascendió al cielo. Estos dos hombres representan las dos clases de personas que Cristo relaciona consigo, dándoles las ventajas de sus lecciones y el ejemplo de su vida abnegada y compasiva a fin de que aprendan de él.
Cuanto más considere el hombre a su Salvador, y llegue a conocerle, tanto más se asemejará a su imagen y hará las obras de Cristo. La época en que vivimos requiere una acción reformadora. La luz de la verdad que resplandece sobre nosotros requiere hombres de acción resuelta y valor moral íntegro, para que trabajen diligente y perseverantemente en la salvación de todos aquellos que quieran oír la invitación del Espíritu de Dios. El amor que debe existir entre los miembros de la iglesia es con frecuencia reemplazado por críticas y censuras; y éstas se manifiestan hasta en los servicios religiosos, en reproches y severas alusiones personales. Los ministros, los ancianos o los hermanos no deben apoyar estas cosas. Los servicios de la iglesia deben llevarse a cabo con un sincero deseo de glorificar a Dios. Cuando los hombres, con sus peculiaridades, se reúnen en la iglesia, a menos que la verdad de Dios suavice y subyugue los rasgos duros del carácter, aquélla quedará afectada y su paz y armonía serán sacrificadas a causa de estos rasgos egoístas no santificados. Muchos, al tratar de descubrir las faltas de sus hermanos, descuidan la investigación de su propio corazón y la purificación de su propia vida. Esto desagrada a Dios. Cada miembro de la iglesia debe ser celoso de su propia alma y debe vigilar atentamente sus propias acciones, no sea que obre por motivos egoístas y sea una causa de tropiezo para sus hermanos débiles. Dios toma a los hombres tales como son, con el elemento humano de su carácter, y luego los educa para su servicio si quieren dejarse disciplinar y aprender de él. La raíz de amargura, de envidia, de desconfianza, de celos y aun de odio que existe en el corazón de algunos miembros de la iglesia, es obra de Satanás. Tales elementos tienen una influencia perniciosa sobre la iglesia. “Un poco de levadura leuda toda la masa.” Gálatas 5:9. El celo religioso que se manifiesta al acusar a los hermanos, es un celo que no es conforme al conocimiento. Cristo no tiene nada que hacer con un testimonio tal.
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