domingo, 21 de enero de 2024

Una integridad cabal

La longanimidad de Jehová enseña inequívocas lecciones de tolerancia y amor a los ministros y a los miembros de la iglesia que aspiran a colaborar con Cristo. Cristo relacionó consigo a Judas y al impulsivo Pedro, no porque Judas fuese codicioso y Pedro apasionado, sino para que pudiesen aprender de él, su gran Maestro, y llegasen a ser como él, abnegados, mansos y humildes de corazón. El vió en ambos hombres buen material. Judas poseía capacidad financiera, que habría sido valiosa para la iglesia si hubiese recibido en su corazón las lecciones que Cristo daba al reprender todo egoísmo, fraude y avaricia, aun en los asuntos pequeños de la vida. Estas lecciones eran repetidas con frecuencia: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel: y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.” Lucas 16:10.

Nuestro Salvador trataba de convencer a sus oyentes de que un hombre que se aprovechase de su vecino en el más pequeño detalle, lo haría en asuntos mayores si la oportunidad le fuese favorable. La menor desviación de la rectitud estricta quebranta las vallas y prepara el corazón para hacer mayor injusticia. Por precepto y ejemplo, Cristo enseñó que la más estricta integridad debe gobernar las acciones que ejecutamos al relacionarnos con nuestros semejantes. “Todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos.” Mateo 7:12. Cristo estaba continuamente describiendo la vida defectuosa de los fariseos y reprendiéndolos. Ellos profesaban guardar la ley de Dios, mas en sus actos diarios practicaban la iniquidad. Robaban a muchas viudas y huérfanos lo poco que tenían, para satisfacer un avariento deseo de ganancia. Judas podría haber sacado beneficio de todas estas lecciones si hubiese albergado en su corazón el deseo de ser recto; pero su afán de adquirir riquezas y el amor al dinero llegaron a ser una fuerza que lo dominaba. Llevaba la bolsa que contenía los recursos destinados a llevar a cabo la obra de Cristo, y de vez en cuando se apropiaba de pequeñas sumas para su propio uso. Su corazón egoísta lamentó la ofrenda hecha por María cuando ofreció el vaso de alabastro lleno de ungüento, y la reprendió por su imprudencia. Así, en vez de aprender, quería enseñar e instruir a nuestro Señor acerca de cuál era el verdadero carácter de la acción de María. Esos dos hombres tuvieron iguales oportunidades de aprender las continuas lecciones del ejemplo de Cristo para corregir los rasgos pecaminosos de su carácter. Mientras oían sus eficaces reprensiones y denuncias contra la hipocresía y la corrupción, veían que los que eran tan terriblemente denunciados eran objeto de la labor solícita e incansable de Cristo para reformarlos. El Salvador lloraba por sus tinieblas y error. Manifestaba anhelos, ilimitada compasión y amor, y exclamó sobre Jerusalén: “¡Cuántes veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste!” Mateo 23:37. Pedro era presto y celoso para obrar, audaz e intransigente; y Cristo vió en él material que sería de gran valor para la iglesia. Por lo tanto, relacionó a Pedro consigo a fin de que todo lo que era bueno y valioso pudiera conservarse, y para que, mediante sus lecciones y ejemplos, pudiese suavizar lo que era duro en su temperamento y conducta. Si su corazón se transformaba verdaderamente por la gracia divina, el cambio se vería en la auténtica bondad, simpatía y cortesía que manifestaría. Jesús no era nunca frío e intratable. Con frecuencia los afligidos penetraban en su retiro cuando él necesitaba refrigerio y descanso; pero tenía para todos una mirada bondadosa y una palabra alentadora. Era un modelo de verdadera cortesía. Pedro negó a su Señor, pero más tarde se arrepintió y se humilló profundamente por su gran pecado; y Cristo demostró que perdonaba a su discípulo errante al condescender en mencionarlo por nombre después de su resurrección.

 

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