martes, 4 de junio de 2024

El poder prometido


Al dar más indicaciones a los discípulos, Cristo dijo: “Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalem, y en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra.” “Mas vosotros asentad en la ciudad de Jerusalem, hasta que seáis investidos de potencia de lo alto.” Hechos 1:8; Lucas 24:49.

En obediencia a la palabra de su Maestro, los discípulos se congregaron en Jerusalén para aguardar el cumplimiento de la promesa de Dios. Allí pasaron diez días, que dedicaron a escudriñar profundamente su corazón. Desecharon todas las divergencias y unánimes se acercaron unos a otros en compañerismo cristiano. Al fin de los diez días, el Señor cumplió su promesa con un derramamiento maravilloso de su Espíritu. “Y de repente vino un estruendo del cielo como de un viento recio que corría, el cual hinchió toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, que se asentó sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen.” “Y fueron añadidas a ellos aquel día como tres mil personas.” Hechos 2:2-4, 41. “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con las señales que se seguían.” Marcos 16:20. No obstante la fiera oposición que los discípulos encontraron, en poco tiempo el Evangelio del reino fué proclamado en todas las partes habitadas de la tierra. La comisión dada a los discípulos nos es dada a nosotros también. Hoy como entonces, el Salvador crucificado y resucitado debe ser exaltado delante de los que están sin Dios y sin esperanza en el mundo. El Señor llama a pastores, maestros y evangelistas. De puerta en puerta han de proclamar sus siervos el mensaje de la salvación. Las nuevas del perdón por Cristo han de ser comunicadas a toda nación, tribu, lengua y pueblo.

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