El castigo seguro del desenfreno
Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal: porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. 1 Corintios 3:17.
No puede alcanzarse la perfección de carácter cuando las leyes de la naturaleza se pasan por alto, porque ésta es una transgresión de la ley de Dios. Su ley está escrita por su dedo sobre cada nervio, cada músculo, cada fibra de nuestro ser, sobre cada facultad que ha sido confiada al hombre. Estos dones son derramados, no para que se abuse de ellos y se corrompan, sino para que se utilicen para su honra y gloria en la elevación de la humanidad.
La relación que existe entre la mente y el cuerpo es muy íntima: cuando uno es afectado, el otro siempre en mayor o menor grado está en simpatía con él. Es imposible para el hombre, mientras está bajo el poder de hábitos pecaminosos y destructores de la salud, apreciar las verdades sagradas. Cuando el intelecto está anublado, se debilitan las facultades morales, y el pecado no parece pecaminoso. Los temas más ennoblecedores, grandiosos y gloriosos de la Palabra de Dios apenas parecen cuentos vacíos. Entonces Satanás puede arrebatar la buena semilla que ha sido sembrada en el corazón, porque el alma no está en condición de comprender su verdadero valor. Así es como las complacencias egoístas y destructoras de la salud están contrarrestando la influencia del mensaje que debe preparar a un pueblo para el gran día de Dios.
Estamos viviendo en un momento de lo más solemne y pavoroso en la historia de este mundo. Ningún alma cuya vida sea una descuidada degradación de sí misma, a través de la transgresión de las leyes físicas, podrá permanecer en el gran día de prueba que está delante de nosotros. Hay una terrible cuenta que deben rendir a Dios aquellos que tienen poca consideración por el cuerpo humano y lo tratan sin piedad. ... La verdadera religión y las leyes de la salud van mano a mano.—The Review and Herald, 12 de noviembre de 1901.
El menor alejamiento de la estricta integridad bajo cualquier circunstancia porque es conveniente, endurecerá la conciencia y preparará el camino para la violación de las obligaciones morales de otras maneras. Si tratamos sin la debida consideración la salud del cuerpo, la cual constituye nuestro supremo interés terreno, preparamos el camino para la tentación y la violación de los derechos más elevados.—Carta 29a, 1875, pp. 3, 4.
Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal: porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. 1 Corintios 3:17.
No puede alcanzarse la perfección de carácter cuando las leyes de la naturaleza se pasan por alto, porque ésta es una transgresión de la ley de Dios. Su ley está escrita por su dedo sobre cada nervio, cada músculo, cada fibra de nuestro ser, sobre cada facultad que ha sido confiada al hombre. Estos dones son derramados, no para que se abuse de ellos y se corrompan, sino para que se utilicen para su honra y gloria en la elevación de la humanidad.
La relación que existe entre la mente y el cuerpo es muy íntima: cuando uno es afectado, el otro siempre en mayor o menor grado está en simpatía con él. Es imposible para el hombre, mientras está bajo el poder de hábitos pecaminosos y destructores de la salud, apreciar las verdades sagradas. Cuando el intelecto está anublado, se debilitan las facultades morales, y el pecado no parece pecaminoso. Los temas más ennoblecedores, grandiosos y gloriosos de la Palabra de Dios apenas parecen cuentos vacíos. Entonces Satanás puede arrebatar la buena semilla que ha sido sembrada en el corazón, porque el alma no está en condición de comprender su verdadero valor. Así es como las complacencias egoístas y destructoras de la salud están contrarrestando la influencia del mensaje que debe preparar a un pueblo para el gran día de Dios.
Estamos viviendo en un momento de lo más solemne y pavoroso en la historia de este mundo. Ningún alma cuya vida sea una descuidada degradación de sí misma, a través de la transgresión de las leyes físicas, podrá permanecer en el gran día de prueba que está delante de nosotros. Hay una terrible cuenta que deben rendir a Dios aquellos que tienen poca consideración por el cuerpo humano y lo tratan sin piedad. ... La verdadera religión y las leyes de la salud van mano a mano.—The Review and Herald, 12 de noviembre de 1901.
El menor alejamiento de la estricta integridad bajo cualquier circunstancia porque es conveniente, endurecerá la conciencia y preparará el camino para la violación de las obligaciones morales de otras maneras. Si tratamos sin la debida consideración la salud del cuerpo, la cual constituye nuestro supremo interés terreno, preparamos el camino para la tentación y la violación de los derechos más elevados.—Carta 29a, 1875, pp. 3, 4.
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