El encanto de la sencillez
Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo. 1 Juan 2:16.
El orgullo en el vestir no es una cosa sin importancia, sino un grave mal. Hace que se gaste tiempo, dedicación y dinero en el adorno del cuerpo, mientras se descuida el cultivo de las gracias celestiales. Las preciosas horas que nuestro Salvador nos ha exhortado a dedicar a la oración y al estudio de las Escrituras se dedican a una preparación innecesaria de la ropa para hacer una ostentación de lo exterior.—Manuscrito 106, 1901.
Satanás está en último término inventando las modas que conducen a la extravagancia en el empleo de los recursos. Persigue un propósito definido al formar las modas del día. El sabe que el tiempo y el dinero que se dedican a satisfacer las exigencias de la moda no se utilizarán para propósitos más elevados y santos. Se gasta un tiempo precioso en mantener el paso con las modas que siempre cambian y que nunca satisfacen. No bien se ha introducido un estilo, ya se preparan nuevos estilos, y entonces los vestidos deben ser remodelados para que las personas de buen tono sigan siendo elegantes. Así los cristianos profesos, que tienen su corazón dividido, malgastan su tiempo, y le dan al mundo casi todas sus energías.
El gusto correcto en el vestido no debe despreciarse o condenarse. ... No se gana nada tratando de economizar dinero mediante la compra de telas baratas. La tela debe ser sencilla y pulcra, sin extravagancia u ostentación.
Las mujeres jóvenes que se aparten de la esclavitud de la moda serán un adorno en la sociedad. La mujer que es sencilla y sin pretensiones en su vestido y en sus maneras demuestra que comprende que una verdadera dama se caracteriza por su dignidad moral. ¡Cuán encantadora, cuán interesante es la sencillez en el vestido, la cual, por su gracia, puede compararse con las flores del campo!
Quienes practican la sencillez en el vestido pueden darse tiempo para visitar a los afligidos y estar mejor preparados para orar con ellos y por ellos. Sobre cada hombre y mujer cristianos descansa el solemne deber de regular y reducir los gastos personales, para que por este medio estén en condiciones de ayudar a los necesitados, alimentar a los hambrientos y vestir a los desnudos.—Ibid.
Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo. 1 Juan 2:16.
El orgullo en el vestir no es una cosa sin importancia, sino un grave mal. Hace que se gaste tiempo, dedicación y dinero en el adorno del cuerpo, mientras se descuida el cultivo de las gracias celestiales. Las preciosas horas que nuestro Salvador nos ha exhortado a dedicar a la oración y al estudio de las Escrituras se dedican a una preparación innecesaria de la ropa para hacer una ostentación de lo exterior.—Manuscrito 106, 1901.
Satanás está en último término inventando las modas que conducen a la extravagancia en el empleo de los recursos. Persigue un propósito definido al formar las modas del día. El sabe que el tiempo y el dinero que se dedican a satisfacer las exigencias de la moda no se utilizarán para propósitos más elevados y santos. Se gasta un tiempo precioso en mantener el paso con las modas que siempre cambian y que nunca satisfacen. No bien se ha introducido un estilo, ya se preparan nuevos estilos, y entonces los vestidos deben ser remodelados para que las personas de buen tono sigan siendo elegantes. Así los cristianos profesos, que tienen su corazón dividido, malgastan su tiempo, y le dan al mundo casi todas sus energías.
El gusto correcto en el vestido no debe despreciarse o condenarse. ... No se gana nada tratando de economizar dinero mediante la compra de telas baratas. La tela debe ser sencilla y pulcra, sin extravagancia u ostentación.
Las mujeres jóvenes que se aparten de la esclavitud de la moda serán un adorno en la sociedad. La mujer que es sencilla y sin pretensiones en su vestido y en sus maneras demuestra que comprende que una verdadera dama se caracteriza por su dignidad moral. ¡Cuán encantadora, cuán interesante es la sencillez en el vestido, la cual, por su gracia, puede compararse con las flores del campo!
Quienes practican la sencillez en el vestido pueden darse tiempo para visitar a los afligidos y estar mejor preparados para orar con ellos y por ellos. Sobre cada hombre y mujer cristianos descansa el solemne deber de regular y reducir los gastos personales, para que por este medio estén en condiciones de ayudar a los necesitados, alimentar a los hambrientos y vestir a los desnudos.—Ibid.
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