Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que
vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos. Mateo 5:16.
La luz de la verdad debe proyectar su brillo al mundo. Los que
aman a Dios y guardan sus mandamientos son llamados a una lucha
agresiva, no del uno contra el otro, sino contra los ejércitos
del enemigo invisible. No hay tal cosa como quitarse la
armadura. Los que pretenden ser discípulos de Cristo en ningún
momento deben sentirse cómodos cumpliendo simplemente la
responsabilidad que les asignó la iglesia, contentos con no
hacer nada para rescatar a los seres humanos caídos y llevarlos
a la lealtad a Dios.
Los ángeles celestiales están ascendiendo y descendiendo
constantemente entre el cielo y la tierra, ocupados en un
servicio desinteresado: la reconstrucción del reino de Cristo.
¿Dónde están los hombres y mujeres que se unirán con los
mensajeros celestiales? ¿Dónde están los que usarán sus
habilidades en cooperación con el poder divino?
Piensen en lo que Dios hizo por ustedes. Cuando estaban
pereciendo sin Cristo, ¿no llegó el mensaje de advertencia,
convenciéndolos de pecado y conduciéndolos al arrepentimiento?
¿No se les reveló Cristo como un Salvador que perdona el pecado?
Y en la luz y gloria del primer amor, ¿no fueron llenados de
amor desinteresado para impartir a otros la gracia que les dio a
ustedes la novedad de vida en Cristo?
No permitan que decrezca su celo por el Maestro. Ahora que han
llegado a ser la mano ayudadora de Cristo deben trabajar
fervorosamente por aquellos a quienes, antes de su conversión,
miraban con indiferencia. Recuerden que ellos están en una
condición tan favorable como aquella en la que estaban
ustedes... [cuando fueron] llevados al arrepentimiento, y que su
salvación puede ser de más elevado valor para la iglesia que lo
que fue la de ustedes. No escatimen palabras fervientes y
tiernas, y acciones amables. Atraigan a la cruz del Calvario a
los que los rodean. Estén tan enamorados de la verdad como para
que reciban diariamente gracia fresca para impartir a otros.
Abran las ventanas del alma hacia el cielo a fin de que los
brillantes rayos del Sol de Justicia puedan brillar en sus
corazones. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para
que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los cielos”. Mateo 5:16.
La verdad preciosa, esencial, se abrirá ante todos los que
guardan sus almas en el amor de Dios. El deber y el sacrificio
les resultarán preciosos, debido a su amor por lo que ha sido
adquirido por la sangre de Cristo. Los seres humanos en los
cuales difícilmente se habrían fijado antes, adquieren ahora
gran valor ante su vista. Hubo un tiempo cuando no tenían
interés en ellos; ahora están unidos con Cristo y ligados por el
amor a su herencia. El corazón que una vez estuvo congelado por
el hielo del egoísmo, se derrite por la influencia del
Espíritu.—Manuscrito 17, del 26 de febrero de 1901, “Deberes
descuidados”.*
No hay comentarios:
Publicar un comentario