El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su
camino, le mostraré la salvación de Dios. Salmos 50:23.
[Dios] desea que apreciemos el gran plan de la salvación, que
lleguemos a comprender nuestro elevado privilegio como pueblo de
Dios y que caminemos delante de El en obediencia, con agradecido
reconocimiento. Desea que le sirvamos en novedad de vida, con
alegría todos los días. Anhela que la gratitud surja de nuestros
corazones porque tenemos acceso al propiciatorio, el trono de la
gracia; porque nuestros nombres están escritos en el libro de la
vida del Cordero; porque podemos echar toda nuestra solicitud
sobre El, quien cuida de nosotros. Nos anima a regocijarnos
porque somos la herencia del Señor, porque la justicia de Cristo
es el manto de sus santos y porque tenemos la bendita esperanza
del pronto regreso de nuestro Salvador.
Alabar a Dios en plenitud y con sinceridad de corazón es un
deber tan sagrado como orar. Debemos mostrar a todas las
inteligencias celestiales que apreciamos el amor maravilloso de
Dios por la humanidad caída y que estamos esperando bendiciones
más grandes y aún mayores de su infinita plenitud. Necesitamos
hablar de los capítulos preciosos de nuestra experiencia mucho
más de lo que lo hacemos. Después de un derramamiento especial
del Espíritu Santo, nuestro gozo en el Señor y nuestra
eficiencia en su servicio aumentará grandemente al hacer el
recuento de sus bondades y de sus obras maravillosas en favor de
sus hijos.
Tal testimonio tendrá influencia sobre otros. No podemos emplear
medio más efectivo para ganar almas para Cristo. Y nuestro amor
debe mostrarse no solamente en palabras sino en hechos, en el
ministerio y sacrificio personales. Cristo dice: “No todo el que
me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino
el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.
Mateo 7:21.
En su oración a su Padre dijo de sus discípulos: “Como tú me
enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo”. Juan
17:18...
Y por el Espíritu Santo nos advierte mediante el apóstol Pedro:
“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros,
como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”. 1
Pedro 4:10.
Dios desea que se cumplan en nosotros los propósitos de su
gracia. Por el poder de su amor y mediante la obediencia, el
hombre caído, un gusano en el polvo, debe ser transformado y
capacitado para ser miembro de la familia celestial, compañero
de Dios, de Cristo y de los santos ángeles a través de las
edades eternas. El Cielo triunfará, porque los lugares dejados
vacantes por Satanás y su hueste serán ocupados por los
redimidos del Señor.—Manuscrito 21, del 16 de febrero de 1900,
“La manifestación del amor de Dios”.*
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