Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y
mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de
poca fe? Lucas 12:28.
Dios nos estimula a contemplar sus obras en el mundo natural.
Desea que apartemos nuestra mente del estudio de lo artificial
para ocuparla en lo natural. Debiéramos comprenderlo mejor al
elevar nuestros ojos a las colinas de Dios y contemplar las
obras que crearon sus propias manos. Ellas son obra de Dios. Sus
manos moldearon las montañas y las equilibran en su posición
para que no se muevan a menos que El lo ordene. El viento, el
sol, la lluvia, la nieve y el hielo, todos son ministros suyos
para cumplir su voluntad.
¿Podría sorprendemos entonces que Cristo, quien hizo todas las
cosas, hiciera del aire libre su santuario y deseara estar
rodeado por las obras de su creación?... Jesús extrajo sus
lecciones de instrucción espiritual de las cosas naturales que
resultaban familiares a sus oyentes. Las usó para representar su
verdad. Arrancaba los lirios, la flor del valle, los colocaba en
las manos de los niñitos, y por medio de estos instructores
sencillos proclamaba la verdad de su Palabra. La Palabra de Dios
y las cosas de la naturaleza que nos rodean deben ser nuestro
libro de estudio. Dios ha desplegado delante de nuestros
sentidos las bellezas de la naturaleza, y contempla con placer,
con el gozo de un padre, cómo sus hijos se deleitan en las cosas
hermosas que El les proporciona.
La raíz de un árbol cumple una doble función. Se aferra a la
tierra por medio de sus ramificaciones, mientras que al mismo
tiempo absorbe los elementos nutrientes necesarios. Así debe ser
también con el cristiano. Cuando su unión con Cristo, el tronco
paterno, es completa, cuando se alimenta de él, se proporciona a
las ramas una corriente de fortaleza espiritual. ¿Podrían
secarse las hojas de una rama tal? Nunca. Mientras el alma se
extienda hacia Cristo existe poco peligro de que sus hojas se
agosten, marchiten y decaigan. Y las tentaciones que puedan
llegar como una tempestad no lo desarraigarán. El verdadero
cristiano extrae sus móviles de acción de un profundo amor hacia
su Redentor. Su afecto por su Maestro es genuino y santo. Es del
cristiano animoso y amoroso de quien Cristo dice: “Vosotros sois
mis testigos”. Isaías 43:10. Un hombre tal es un representante
de Cristo porque lo refleja en su vida diaria. Cuando se aparta
de la luz no puede difundir sus brillantes rayos a otros...
Dios limpiará de toda injusticia a los que han acudido a El en
busca de refugio, a los que han creído el mensaje enviado desde
el cielo, que a los que creen en la seguridad de que si
confiesan sus pecados El es fiel y justo para perdonarles sus
pecados. Nuestro Dios ha comprometido su palabra por su propia
grandeza e infinitud, de que otorgará perdón y paz a todo el que
acuda a El en el nombre de Jesús.—Manuscrito 16, del 25 de marzo
de 1897, “Principios de educación”.*
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