En la solemne obra final, pocos grandes hombres serán ocupados [...]. Dios realizará una obra en nuestros días que apenas unos pocos anticipan. Suscitará y exaltará entre nosotros a aquellos que son enseñados por la unción de su Espíritu antes que por la preparación externa de parte de instituciones científicas. No se debe despreciar ni condenar estos medios; Dios los ha ordenado, pero solo pueden proveer las calificaciones externas. Dios manifestará que no depende de seres mortales doctos y engreídos.—Testimonies for the Church 5:80, 82 (1882).
Únicamente se les dará luz a las almas que están buscando fervientemente la luz y que aceptan con alegría todo rayo de iluminación divina procedente de su santa Palabra. Es mediante esas almas que Dios revelará esa luz y poder que iluminará toda la tierra con su gloria.—Testimonies for the Church 5:729 (1889). Lo que se necesita es disciplina de espíritu y limpieza de corazón y pensamiento. Esto es de más valor que el talento brillante, el tacto o el conocimiento. Una mente corriente, educada para obedecer un “Así dice el Señor”, está mejor calificada para la obra de Dios que aquellos que tienen aptitudes, pero que no las emplean correctamente.—The Review and Herald, 27 de noviembre de 1900. Los obreros serán calificados más bien por la unción de su Espíritu que por la educación en institutos de enseñanza. Habrá hombres de fe y oración que se sentirán impelidos a declarar con santo entusiasmo las palabras que Dios les inspire.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 664 (1911).
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