miércoles, 16 de agosto de 2023

Las reuniones que dirigió Jesús


Jesús, el Maestro celestial, no se mantenía alejado de los hijos de los hombres, sino que, a fin de beneficiarlos, vino del cielo a la tierra, donde estaban, para que la pureza y la santidad de su vida resplandeciesen sobre la senda de todos e iluminasen el camino del cielo. El Redentor del mundo procuró hacer claras y sencillas sus lecciones de instrucción, a fin de que todos las comprendiesen. Generalmente prefería dar sus discursos al aire libre. No había paredes que pudiesen contener la multitud que le seguía; pero tenía razones especiales por recurrir a los huertos y las playas a fin de dar allí sus instrucciones. Podía contemplar allí el panorama y hacer uso de objetos y escenas familiares para los de humilde condición, a fin de ilustrar con ellas las verdades importantes que les hacía conocer. A estas lecciones asociaba las obras de Dios en la naturaleza. Las aves que gorjeaban sus cantos sin preocupación, las flores del valle que resplandecían de hermosura, el nenúfar que lucía su pureza en el seno del lago, los altos árboles, la tierra cultivada, los ondeantes cereales, el suelo árido, el árbol que no daba fruto, las colinas eternas, el burbujeante arroyo, el sol poniente, que teñía y doraba los cielos, todas estas cosas las empleaba para grabar en la mente de sus oyentes la verdad divina. Relacionaba las obras puestas por la mano de Dios en los cielos y sobre la tierra con las palabras que deseaba grabar en sus mentes, a fin de que mientras mirasen las obras admirables de Dios en la naturaleza, sus lecciones se mantuviesen frescas en su recuerdo.

En todos sus esfuerzos, Cristo procuraba hacer interesantes sus enseñanzas. Sabía que una muchedumbre cansada y hambrienta no podía conseguir beneficio espiritual, y no olvidaba sus necesidades corporales. En cierta ocasión realizó un milagro para alimentar a cinco mil personas que se habían reunido para escuchar las palabras de vida que brotaban de sus labios. Jesús tenía en cuenta los alrededores cuando daba su preciosa verdad a las multitudes. El panorama era de tal naturaleza que atraía los ojos y despertaba admiración en el pecho de los que amaban lo bello. Podía ensalzar la sabiduría de Dios en las obras que había creado, y podía vincular estas lecciones sagradas dirigiendo sus mentes de la naturaleza al Dios de ella. Así el panorama, los árboles, las aves, las flores del valle, las colinas, el lago y los hermosos cielos, se asociaban en su recuerdo con las verdades sagradas que serían santificadas en su memoria cuando mirasen aquellas cosas después de la ascensión de Cristo al cielo. Cuando enseñaba a la gente, no dedicaba el tiempo a la oración. No les imponía, como los fariseos, largas y tediosas ceremonias y oraciones. Enseñó así a orar a sus discípulos: “Y cuando oras, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en las sinagogas, y en los cantones de las calles en pie, para ser vistos de los hombres: de cierto os digo, que ya tienen su pago. Mas tú, cuando oras, éntrate en tu cámara, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público. Y orando, no seáis prolijos, como los gentiles; que piensan que por su parlería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. Vosotros pues, oraréis así.” Mateo 6:5-8.

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