miércoles, 8 de noviembre de 2023

La disciplina de la prueba


“Y sentarse ha para afinar y limpiar la plata: porque limpiará los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata; y ofrecerán a Jehová ofrenda con justicia. Y será suave a Jehová la ofrenda de Judá y de Jerusalem, como en los días pasados, y como en los años antiguos.” Malaquías 3:3, 4. Este es el proceso de refinación y purificación que realiza Jehová de los ejércitos. Es obra muy penosa para el alma, pero es el único proceso por el cual pueden eliminarse las escorias e impurezas contaminadoras. Nuestras pruebas son todas necesarias para acercarnos a nuestro Padre celestial en obediencia a su voluntad, para que podamos llevar al Señor una ofrenda de justicia. A cada una de las personas cuyos nombres se mencionan aquí Dios les ha dado capacidades y talentos que deben aprovechar. Cada uno necesita una experiencia nueva y viva en la vida divina, a fin de hacer la voluntad de Dios. Ninguna experiencia pasada nos bastará para el presente, ni nos fortalecerá para vencer las dificultades de nuestra senda. Debemos tener diariamente nueva gracia y fortaleza para ser victoriosos. Con muy poca frecuencia somos colocados dos veces en circunstancias exactamente iguales. Abrahán, Moisés, Elías, Daniel y muchos otros fueron todos probados duramente, pero no de la misma manera. Cada uno tiene sus pruebas individuales en el drama de la vida. Pero es muy raro que se presenten dos veces las mismas pruebas. Cada uno tiene su propia experiencia peculiar, según su carácter y circunstancias, para realizar cierta obra. Dios tiene una obra, un propósito en la vida de cada uno de nosotros. Cada acto, por pequeño que sea, tiene su lugar en la experiencia de nuestra vida. Debemos tener continuamente la luz y la experiencia que provienen de Dios. Todos necesitamos estas cosas, y Dios está más que dispuesto a que las tengamos si queremos aceptarlas. El no ha cerrado las ventanas de los cielos a vuestras oraciones, pero os habéis sentido satisfechos con seguir adelante sin la ayuda divina que tanto necesitáis. ¡Cuán poco reconocéis la influencia de vuestros actos diarios sobre la historia ajena! Tal vez penséis que lo que hagáis o digáis no tendrá seria repercusión, cuando los resultados más importantes para el bien o para el mal son la consecuencia de vuestras palabras y acciones. Las palabras y las acciones consideradas pequeñas y sin importancia, son eslabones en la larga cadena de los sucesos humanos. No habéis sentido la necesidad de que Dios nos manifieste su voluntad en todos los actos de nuestra vida diaria. En el caso de nuestros primeros padres, el deseo de satisfacer una sola vez el apetito abrió las compuertas de la desgracia y el pecado sobre el mundo. Ojalá que vosotras, mis amadas hermanas, comprendieseis que cada paso que dais puede tener una influencia duradera y dominante sobre vuestra vida y el carácter de otros. ¡Oh, cuánta necesidad hay, pues, de comunión con Dios! ¡Qué necesidad de gracia divina para dirigir cada paso, y mostrarnos cómo desarrollar un carácter cristiano!

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