sábado, 9 de diciembre de 2023

El remedio de Dios

La fe y el amor son el oro puro, o las verdaderas riquezas que el Testigo Fiel les aconseja a los tibios que compren. Por ricos que seamos en los tesoros terrenales, toda nuestra riqueza no nos habilita para comprar los preciosos remedios que curan esa enfermedad del alma que se llama tibieza. El intelecto y las riquezas terrenales eran impotentes para suprimir los defectos de la iglesia de Laodicea o para remediar su deplorable condición. Sus miembros eran ciegos, y sin embargo creían que nada les faltaba. El Espíritu de Dios no iluminaba sus mentes, y ellos no percibían su estado pecaminoso; por lo tanto, no sentían necesidad de ayuda.

El no poseer las gracias del Espíritu es triste en verdad; pero es una condición aun más terrible hallarnos así destituidos de la espiritualidad y de Cristo y, sin embargo, tratar de justificarnos diciendo a aquellos que se alarman por nosotros que no necesitamos sus temores y compasión. ¡Terrible es el poder del engaño en la mente humana! ¡Qué ceguera la que pone la luz en lugar de las tinieblas y las tinieblas en lugar de la luz! El Testigo Fiel nos aconseja que compremos de él oro afinado en el fuego, vestiduras blancas y colirio. El oro probado en el fuego que se recomienda aquí, es la fe y el amor. Enriquece el corazón, porque se lo ha refinado hasta su máxima pureza, y cuanto más se lo prueba, tanto más resplandece. La vestidura blanca es la pureza de carácter, la justicia de Cristo impartida al pecador. Es a la verdad una vestidura de tejido celestial, que puede comprarse únicamente de Cristo, para una vida de obediencia voluntaria. El colirio es aquella sabiduría y gracia que nos habilitan para discernir entre lo malo y lo bueno, y para reconocer el pecado bajo cualquier disfraz. Dios ha dado a su iglesia ojos que él quiere que sean ungidos con sabiduría para que vean claramente; pero muchos sacarían los ojos de la iglesia si pudiesen, porque no quieren que sus obras salgan a luz, no sea que resulten reprendidos. El colirio divino impartirá claridad al entendimiento. Cristo es el depositario de todas las gracias. El dice: “Yo te amonesto que de mí compres.” Apocalipsis 3:18.

 

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