Cuando se ha hecho, en presencia de nuestros hermanos, la promesa verbal o escrita de dar cierta cantidad, ellos son los testigos visibles de un contrato formalizado entre nosotros y Dios. La promesa no se hace al hombre, sino a Dios. y es como un pagaré dado a un vecino. Ninguna obligación legal tiene más fuerza para el cristiano en cuanto al desembolso de dinero, que una promesa hecha a Dios.
Las personas que hacen tales promesas a sus semejantes, no piensan generalmente en pedir que se los libre de sus compromisos. Un voto hecho a Dios, el Dador de todos los favores, es de importancia aun mayor; por lo tanto, ¿por qué habríamos de quedar libres de nuestros votos a Dios? ¿Considerará el hombre su promesa como de menos fuerza porque ha sido hecha a Dios? Por el hecho de que su voto no será llevado a los tribunales, ¿es menos válido? ¿Habrá de robar a Dios un hombre que profesa ser salvado por la sangre del infinito sacrificio de Jesucristo? ¿No resultan sus votos y sus actos pesados en las balanzas de justicia de los ángeles celestiales? Cada uno de nosotros tiene un caso pendiente en el tribunal del cielo. ¿Inclinará nuestra conducta la balanza de las evidencias contra nosotros? El caso de Ananías y Safira era de lo más grave. Al retener parte del precio, mintieron al Espíritu Santo. Del mismo modo, la culpa pesa proporcionalmente sobre cada individuo que cometa ofensas semejantes. Cuando los corazones de los hombres han sido enternecidos por la presencia del Espíritu de Dios, son más sensibles a las impresiones del Espíritu Santo, y se resuelven a negarse a sí mismos y sacrificarse por la causa de Dios. Al brillar la divina luz en las cámaras de la mente con claridad y fuerza inusitadas, es cuando los sentimientos del hombre natural quedan vencidos y el egoísmo pierde su poder sobre el corazón y se despiertan los deseos de imitar al Modelo, Jesucristo, en la práctica de la abnegación y la generosidad. La disposición del hombre naturalmente egoísta se impregna entonces de bondad y compasión hacia los pecadores perdidos, y él formula una solemne promesa a Dios como la hicieron Abrahán y Jacob. En tales ocasiones los ángeles celestiales están presentes. El amor hacia Dios y las almas triunfa sobre el egoísmo y el amor al mundo. Esto sucede especialmente cuando el predicador, con el Espíritu y el poder de Dios, presenta el plan de redención, trazado por la Majestad celestial en el sacrificio de la cruz. Por los siguientes pasajes podemos ver cómo Dios considera el asunto de los votos: “Y habló Moisés a los príncipes de las tribus de los hijos de Israel, diciendo: Esto es lo que Jehová ha mandado. Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no violará su palabra: hará conforme a todo lo que salió de su boca.” Números 30:2, 3. “No sueltes tu boca para hacer pecar a tu carne; ni digas delante del ángel, que fué ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se aíre a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?” Eclesiastés 5:6. “Entraré en tu casa con holocaustos: te pagaré mis votos, que pronunciaron mis labios, y habló mi boca, cuando angustiado estaba.” Salmos 66:13, 14. “Lazo es al hombre el devorar lo santo, y andar pesquisando después de los votos.” Proverbios 20:25. “Cuando prometieres voto a Jehová tu Dios, no tardarás en pagarlo; porque ciertamente lo demandará Jehová tu Dios de ti, y habría en ti pecado. Mas cuando te abstuvieres de prometer, no habrá en ti pecado. Guardarás lo que tus labios pronunciaren; y harás, como prometiste a Jehová tu Dios, lo que de tu voluntad hablaste por tu boca.” Deuteronomio 23:21-23. “Prometed, y pagad a Jehová vuestro Dios: todos los que están alrededor de él, traigan presentes al Terrible.” Salmos 76:11. “Y vosotros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa de Jehová; y cuando hablan que su alimento es despreciable. Habéis además dicho: ¡Oh qué trabajo! y lo desechasteis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Seráme acepto eso de vuestra mano? dice Jehová. Maldito el engañoso, que tiene macho en su rebaño, y promete, y sacrifica lo dañado a Jehová; porque yo soy Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es formidable entre las gentes.” Malaquías 1:12-14. “Cuando a Dios hicieres promesa, no tardes en pagarla; porque no se agrada de los insensatos. Paga lo que prometieres. Mejor es que no prometas, que no que prometas y no pagues.” Eclesiastés 5:4, 5.
No hay comentarios:
Publicar un comentario