domingo, 12 de mayo de 2024

Impresos desmoralizadores


Cuando nuestras casas editoriales hacen una gran cantidad de trabajo comercial, están expuestas al peligro de tener que imprimir obras de valor dudoso. En cierta ocasión, mientras mi atención se concentraba en estas cuestiones, mi guía preguntó a uno de los hombres que llevan responsabilidad en una de nuestras imprentas: “¿Cuánto os pagan por este trabajo?” Le fueron presentadas las cifras. Dijo: “Es demasiado poco. Si realizáis negocios en esta forma, sufriréis pérdidas. Y aun cuando recibierais una suma mayor, esta clase de escritos no podría publicarse más que con gran déficit. La influencia que ejercen sobre los obreros es desmoralizadora. Todos los mensajes que Dios les manda para hacerles comprender el carácter sagrado de su obra quedarán neutralizados por el consentimiento que otorgáis a la publicación de tales cosas.”

El mundo está inundado de libros que más valdría quemar que vender. Los libros que hablan de las guerras con los indios y cosas semejantes, que se publican y venden con la única intención de ganar dinero, no deberían leerse. Estos libros contienen una potencia fascinadora satánica. Los relatos espeluznantes de crímenes y atrocidades ejercen una influencia hechizadora sobre la juventud y provocan en ella el deseo de hacerse célebre por actos de maldad. Aun muchas obras que son más históricas, no ejercen, sin embargo, mejor influencia. Las enormidades, crueldades y prácticas licenciosas descritas en esos libros han sido para muchos como una levadura que los impulsa a ejecutar actos semejantes. Los libros que describen las prácticas satánicas de los seres humanos dan publicidad a las malas obras. No es necesario revivir los horribles detalles de los crímenes y de los sufrimientos, y ninguno de los que creen en la verdad presente debe participar en la perpetuación de su recuerdo. Las novelas de amor y las historias frívolas y excitantes constituyen otra clase de libros que son una maldición para todo lector. Puede el autor insertar una buena moraleja, puede también entremezclar en su obra sentimientos religiosos. Sin embargo, en la mayoría de los casos, es Satanás que se disfraza de ángel de luz para engañar y seducir con más facilidad. El espíritu es afectado en gran medida por las cosas de que se nutre. Los lectores de las historias frívolas o excitantes se vuelven incapaces de cumplir los deberes que les incumben. Viven en lo irreal, y no tienen el menor deseo de escudriñar las Escrituras para nutrirse del maná celestial. Su mente se debilita y pierde su facultad de considerar los grandes problemas del deber y del destino. Se me ha mostrado que los jóvenes están expuestos a grandes peligros por las malas lecturas. Satanás induce a los jóvenes y a los adultos a someterse al ensalmo de historias sin valor. Si se pudiese quemar buena parte de los libros publicados, ello detendría una plaga que realiza una obra espantosa mediante el debilitamiento de los espíritus y la corrupción de los corazones. Nadie es tan firme en los principios de la justicia que quede a cubierto de la tentación. Todas estas lecturas sin valor deberían descartarse resueltamente. El Señor no nos permite dedicarnos a la impresión o venta de tales publicaciones, pues son un agente de destrucción para muchas almas. Sé lo que escribo, pues esta cuestión me ha sido presentada claramente. Que aquellos que creen en el mensaje de nuestro tiempo no se dediquen a semejante trabajo con la esperanza de ganar dinero. El Señor pondría su maldición sobre el dinero así obtenido, y esparciría más de lo que se hubiese juntado. Hay otra clase de impresos más peligrosos que la lepra, más mortíferos que las plagas de Egipto, contra los cuales deben precaverse constantemente nuestras casas editoriales. Al aceptar trabajos de afuera, ellas deben cuidar de que no se reciban en nuestras instituciones manuscritos que expongan la ciencia misma de Satanás. No se dé nunca lugar en nuestras instituciones a obras que expongan las perniciosas teorías del hipnotismo, espiritismo, romanismo y otros misterios de iniquidad. No se coloque en las manos de nuestros empleados nada que pueda echar una sola semilla de duda sobre la autoridad o pureza de las Escrituras. En ningún caso dejéis escritos de incrédulos bajo los ojos de los jóvenes cuya mentalidad propende con avidez a aceptar lo nuevo. Aunque reportasen las mayores entradas, las tales obras se publicarían con inmenso déficit. Permitir que cosas semejantes pasen por nuestras instituciones, es colocar en manos de nuestros empleados y presentar al mundo el fruto prohibido del árbol del conocimiento. Es invitar a Satanás a entrar con su ciencia seductora; es insinuar sus principios en las mismas instituciones establecidas para el adelantamiento de la santa causa de Dios. Publicar tales obras, sería cargar los cañones del enemigo y colocarlos en sus manos para que los use contra la verdad. ¿Pensáis que Jesús obrará en nuestras imprentas por las mentes humanas mediante sus ángeles? ¿Pensáis que hará de la verdad que sale de nuestras imprentas una potencia para amonestar al mundo, si se permite a Satanás que pervierta los espíritus de los obreros en la institución misma? ¿Puede la bendición de Dios descansar sobre los impresos que salen de la prensa, cuando de estas mismas prensas salen los errores y herejías de Satanás? “¿Echa alguna fuente por una misma abertura agua dulce y amarga?” Santiago 3:11. Los directores de nuestras instituciones necesitan comprender que al aceptar sus puestos se hacen responsables del alimento intelectual dado a los empleados mientras están en la institución. Ellos son responsables del carácter de los impresos que salen de nuestras prensas. Deberán dar cuenta de la influencia ejercida por la introducción de cosas que habrían de mancillar la institución, contaminar el espíritu de los empleados o engañar al mundo. Si se concede a estas cosas un lugar en nuestras instituciones, no tardará en descubrirse que la potencia sutil de los sentimientos satánicos no se rechaza con facilidad. Si se permite al tentador que siembre su mala semilla, ésta germinará y dará fruto. El diablo cosechará así en la misma institución establecida con el dinero dado por los hijos de Dios para el adelantamiento de su causa. De ello resultará que, en vez de enviar al mundo obreros cristianos, se enviará un grupo de incrédulos instruídos. En estos asuntos, la responsabilidad descansa no solamente en los directores sino también en los empleados. Tengo algo que decir a los obreros de nuestras imprentas: Si amáis y teméis a Dios, os negaréis a tener trato con el conocimiento contra el cual Dios previno a Adán. Niéguense los tipógrafos a componer una sola frase de estas cuestiones. Niéguense los correctores de pruebas a leerlas, los impresores a imprimirlas y los encuadernadores a encuadernarlas. Si se os pide que os dediquéis a cosas de este género, convocad a los empleados del establecimiento a fin de que comprendan lo que ello significa. Los que dirigen la institución pueden sostener que no sois responsables, que a la dirección le toca tomar decisiones. Mas sois responsables por el uso de vuestro ojos, de vuestras manos, de vuestra mente. Os fueron confiados por Dios para que los empleéis en su servicio y no en el de Satanás. Cuando en nuestras casas editoriales se imprimen publicaciones que contienen errores que combaten la obra de Dios, Dios tiene por responsables no sólo a quienes permiten que Satanás tienda una trampa a las almas, sino también a los que cooperen de una manera u otra en la obra de tentación. Hermanos míos, vosotros que ocupáis puestos de responsabilidad, cuidad de no enganchar a vuestros empleados al carro de la superstición y la herejía. No permitáis que las instituciones establecidas por Dios para esparcir la verdad y la vida, vengan a ser una agencia para diseminar el error que destruye las almas. Niéguense nuestras casas editoriales, desde la menor hasta la mayor, a imprimir una sola línea de estos asuntos perniciosos. Hágase entender a todos aquellos con quienes debemos tratar que los impresos que contienen la ciencia de Satanás están excluídos de todas nuestras instituciones. Estamos en contacto con el mundo no para que sus errores obren en nosotros como levadura; sino para que, como agentes de Dios, seamos en el mundo una levadura de verdad.

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