"Lo que
hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis
comunión con
nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con
el Padre, y con su Hijo Jesucristo." 1 Juan 1: 3.
La comunión con Dios es la vida
del alma. No es algo que no podamos entender, o que podamos adornar con hermosas
palabras, sino algo que nos da la genuina experiencia que le otorga a nuestras
palabras el valor real. La comunión con Dios nos brinda
una experiencia diaria que en verdad hace que nuestro gozo sea completo.
Los que tienen esa unión con Cristo lo manifestarán en espíritu, en
palabras y en obras. La profesión no es nada a menos que de palabra y de hecho
se revele el buen fruto. La unidad, comunión de unos con otros y
con Cristo: ése es el fruto que lleva cada pámpano de la vid viviente. El alma
purificada, nacida de nuevo, tiene un testimonio claro y distinto para dar...
Conocer a Dios significa, en el sentido bíblico del término, ser uno con
él en corazón y mente, conociéndolo por experiencia propia, manteniendo una
comunión
reverente con él como Redentor. Sólo a través de una sincera obediencia puede
obtenerse esa comunión. Donde ésta falta, el
corazón no es en ningún sentido un templo de Dios, sino que es dirigido por el
enemigo, que está llevando a cabo sus propios propósitos por medio del agente
humano. Dicho individuo, cualesquiera sean su profesión y sus pretensiones, no
es un templo del Espíritu Santo.
La experiencia se perfecciona llevando
frutos. El que no da buenos frutos en palabras y en hechos, en la fortaleza de
un principio elevado, ennoblecedor, es un mal árbol. El fruto que éste lleva es
desabrido para Dios. El conocimiento de Cristo que profesa es una falsedad, un
engaño...
Por la luz que Dios me ha otorgado, sé que el mayor peligro de
los hombres se encuentra en el autoengaño. Satanás está aguardando su
oportunidad. Vendrá a los hombres en forma humana, y les hablará las palabras
más fascinantes. Los acosará con las mismas tentaciones con que acosó a Cristo.
A menos que sus mentes y corazones estén llenos del amor puro, desinteresado y
santificado que Cristo reveló, caerán presa del poder de Satanás, y realizarán,
dirán y escribirán cosas extrañas, para engañar, si fuese posible, a los mismos
escogidos