NO DESCUIDEMOS LAS COSAS
PEQUEÑAS
"¿Y quién de vosotros podrá, por
mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os
afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan."
Mat. 6: 27, 28.
Se me invitó a hablar [a una gran audiencia en
Oakland, California] acerca de la necesidad de una obra profunda y cabal
esencial para cada alma, para que pudiera ser fortalecida con todo poder, y como
debiéramos hacer los más fervientes esfuerzos para ayudar a todos los que se
relacionan con nosotros, por precepto y ejemplo, para luchar con el fin de hacer
esta obra completa en favor de ellos por medio de Jesucristo nuestro Señor y
Salvador.
Es posible que muchos sean engañados con respecto a su
condición espiritual. En Cristo tendremos la victoria. En él tenemos un modelo
perfecto. Aunque odiaba el pecado con un odio total, podía llorar por el
pecador. Tenía naturaleza divina, pero a la vez tenía la humildad de un niño. Su
carácter poseía lo que debieran tener los nuestros: Una perseverancia sin
desviaciones en la senda del deber, de la cual no podían apartarlo ni los
obstáculos ni los peligros, al mismo tiempo que su corazón estaba tan lleno de
compasión que los males de la humanidad lo conmovían con la más tierna
compasión. No podía pasarlos por alto, porque era el gran Médico que había
venido a curar las enfermedades de la raza humana.
Era la Majestad del
cielo, que trabajaba con la mira puesta en el futuro, y que al mismo tiempo
atendía los asuntos del presente, sin descuidar lo más insignificante, y trazaba
los más amplios planes en favor de los habitantes de un mundo caído.
Jesús, el precioso Salvador, hablaba a sus oyentes para referirse a los
deberes comunes de la vida, su preocupación por la ropa, la comida y la bebida.
Les enseñó que estos asuntos no debían absorber su interés como si debieran
continuamente llevar esa carga. Les señaló las aves y les dijo que su Padre
celestial se preocupa hasta del gorrioncito. Sostiene los mundos, y al mismo
tiempo se interesa por las avecillas. ¡Con cuánta mayor razón se preocupará por
los seres formados a su imagen! Les mostró las flores resplandecientes de
hermosura, y les pidió que las observaran, y declaró que en su desnuda sencillez
superan la gloria de Salomón; y a pesar de ello, de un día al otro desaparecen.
¿No sois vosotros mejores que ellas? (Diario, Manuscrito 21 , Del 27 de
septiembre de 1889).