Los que ocupan puestos de responsabilidad en las casas editoriales no deben dejarse absorber por el trabajo a tal punto que no les quede tiempo para ocuparse en las cosas espirituales. Si este interés se mantiene muy vivo en la casa editorial, ejercerá una influencia poderosa en la iglesia; y si es vivo en la iglesia, se hará sentir con fuerza en la casa editorial. La bendición de Dios descansará sobre la obra si es dirigida de tal manera que las almas sean conducidas a Cristo.
Todos los obreros de nuestras casas editoriales que profesan el nombre de Cristo, deben ser activos en la iglesia. Es de esencial importancia para su vida espiritual que aprovechen todo medio de gracia. Ellos obtendrán fuerza, pero no permaneciendo como espectadores, sino haciéndose obreros. Cada uno deberá estar inscrito en algún grupo que realice un trabajo regular y sistemático en relación con la iglesia. Todos deben comprender que tal es su deber como cristianos. Por sus votos bautismales se comprometieron a hacer todo lo que está en su poder para edificar la iglesia de Cristo. Mostradles que así lo exigen su amor a Dios y su lealtad hacia su Redentor, hacia el ideal de la humanidad verdadera, hacia la institución para la cual trabajan. No pueden ser siervos fieles de Cristo, no pueden ser hombres y mujeres realmente íntegros, ni obreros aceptables en la institución de Dios, si descuidan estos deberes. Los que dirigen la institución en sus diferentes ramos deben velar especialmente para que la juventud contraiga buenas costumbres a este respecto. Cuando ella descuida las reuniones, cuando se aparta de sus deberes hacia la iglesia, buscad la causa. Mediante esfuerzos llenos de tacto y de bondad, tratad de despertar a los negligentes y haced revivir el interés que vacila. Nadie debe hallar en su trabajo un pretexto para descuidar el servicio sagrado del Señor. Más valdría poner a un lado su trabajo que descuidar sus deberes hacia Dios. A los hermanos a quienes han sido confiadas responsabilidades en las casas editoriales: Quiero llamar vuestra atención a la importancia que tiene el asistir a nuestras asambleas anuales; no sólo a las reuniones de negocios, sino a las reuniones que contribuirán a iluminaros espiritualmente. No os dais cuenta de la necesidad de estar en relación íntima con el cielo. Sin esta comunión, ninguno de vosotros está seguro; ninguno está capacitado para hacer la obra de Dios de un modo aceptable. En esta obra, más que en cualquier ocupación secular, el éxito guarda proporción con el espíritu de consagración y abnegación con que se trabaja. Los que llevan responsabilidades como directores de esta obra, necesitan colocarse donde podrán ser impresionados profundamente por el Espíritu de Dios. Vuestro deseo de recibir el bautismo del Espíritu Santo y un conocimiento de Dios y de Cristo debe superar tanto más al que sienten otros cuanto mayores responsabilidades implica vuestro puesto de confianza que el de un empleado común. Los talentos naturales y adquiridos son todos dones de Dios y deben ser conservados constantemente bajo la dirección de la potencia divina y santificadora de su Espíritu. Necesitáis sentir profundamente vuestra falta de experiencia en esta obra, y esforzaros con celo en adquirir el conocimiento y la sabiduría necesarias para emplear cada facultad de vuestro cuerpo y de vuestra mente de una manera que glorifique a Dios. “Os daré corazón nuevo.” Cristo debe morar en nuestro corazón, así como la sangre está en nuestro cuerpo y circula por él como una potencia vivificadora. No podemos insistir demasiado en este punto. Al par que la verdad debe ser nuestra coraza, nuestras convicciones deben ser fortalecidas por la simpatía viva que caracterizaba la vida del Salvador. Ningún hombre puede subsistir a menos que la verdad viva se manifieste en su carácter. Hay un solo poder que puede hacernos o mantenernos firmes, y es la gracia de Dios en la verdad. El que confía en otra cosa está ya tambaleando, pronto a caer. El Señor desea que os apoyéis en él. Aprovechad al máximo cada ocasión para acercaros a la luz. Si os mantenéis alejados de las santas influencias que emanan de Dios, ¿cómo podréis discernir las cosas espirituales? Dios nos llama a hacer uso de todas las ocasiones de prepararnos para su obra. Desea que dediquéis todas vuestras energías al cumplimiento de vuestra tarea, y que permanezcáis sensibles al carácter sagrado y solemne de vuestra responsabilidad. El ojo de Dios está sobre vosotros. Para cualquiera de entre vosotros es peligroso entrar a su presencia con un sacrificio que tenga mácula, un sacrificio que no os haya costado estudios ni oraciones. El no puede aceptar una ofrenda tal. Os ruego que despertéis y busquéis a Dios para vosotros mismos. Mientras pase Jesús de Nazaret, decidle del fondo de vuestro corazón: “Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros.” Recobraréis entonces la vista. Por la gracia de Dios recibiréis lo que será para vosotros infinitamente más valioso que el oro, la plata o las piedras preciosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario