sábado, 18 de mayo de 2024

La cooperación


Cuando se establecen instituciones en campos nuevos, es a menudo necesario confiar responsabilidades a personas que no están familiarizadas con los detalles de su tarea. Estas personas trabajan en condiciones muy desventajosas, y a menos que ellas y sus colaboradores se interesen sin egoísmo por la institución del Señor, este estado de cosas creará una situación que impedirá su prosperidad. Muchos piensan que la clase de trabajo que realizan les pertenece a ellos solos, y que nadie puede darles un consejo al respecto. Hasta es muy posible que ignoren los mejores métodos para realizar el trabajo; sin embargo, si alguno se aventura a darles un consejo se ofenden, y quedan más decididos que antes a seguir su criterio de una manera independiente. Por otro lado, hay algunos obreros que no están dispuestos a acudir en auxilio de sus colaboradores ni a instruirlos. Otros aún, sin experiencia, no desean que se reconozca su ignorancia; y cometen errores que cuestan tiempo y dinero, porque son demasiado orgullosos para pedir consejo. Es fácil determinar la causa de estas dificultades: mientras ellos debieran haberse considerado como los diversos hilos de un tapiz que han de ser tejidos juntos, los obreros se han separado como hilos independientes. Estas cosas contristan el Espíritu Santo. Dios desea que aprendamos unos de otros. La independencia que no está santificada nos coloca en una posición tal que el Señor no puede trabajar con nosotros. Y Satanás queda satisfecho con tal estado de cosas. No debe existir el espíritu de guardar ciertas cosas secretas, ni inquietud porque otros adquieran conocimientos poseídos hasta entonces por algunos solamente. Un espíritu tal dará lugar a reservas y sospechas continuas. Se suscitarán malos pensamientos y críticas, y el amor fraternal desaparecerá. Cada ramo de la obra de Dios está ligado con los demás. No puede existir exclusividad en una institución que Dios dirige, pues él es el Autor del tacto y del ingenio. El es el fundamento de todo método correcto. El es quien comunica el conocimiento de estos métodos, y ninguno puede considerar su saber como perteneciéndole en forma exclusiva. Cada obrero debe interesarse en todos los ramos de la obra, y si Dios le ha dado clarividencia, capacidad y conocimientos que pueden servir en uno u otro de estos ramos, su deber consiste en comunicar lo que ha recibido. Todas las aptitudes que pueden relacionarse con la institución mediante esfuerzos abnegados, deben ser puestas a contribución para que sean activos agentes de éxito y de vida en la obra de Dios. Nuestras editoriales necesitan obreros consagrados, talentosos y capaces de ejercer buena influencia. Todo obrero será probado para que se sepa si trabaja en favor del progreso de la institución del Señor o para servir sus propios intereses. Los que son convertidos darán cada día pruebas de que no tratan de emplear para su uso personal las ventajas y los conocimientos que hayan adquirido. Comprenden que la providencia divina les ha concedido estas ventajas para que, como instrumentos en las manos del Señor, puedan servir a su causa realizando un trabajo de calidad superior. Nadie debe trabajar para ser alabado o para satisfacer su deseo de dominar. El verdadero obrero hará lo mejor que pueda porque así puede glorificar a Dios. Tratará de mejorar todas sus facultades, y cumplirá sus deberes como para Dios. Su único deseo será que Cristo reciba de él un homenaje y un servicio perfectos. Dediquen los obreros todas sus energías al esfuerzo de servir a la causa de Dios. Obrando así, obtendrán ellos mismos más fuerza y eficacia.

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