Por
la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado porque
lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber
agradado a Dios. Hebreos 11:5.
El
Señor tiene una gran obra que ha de ser hecha, y él recompensará en
mayor escala, en la vida futura, a los que presten un servicio más fiel y
voluntario en la vida presente. El Señor escoge sus propios agentes, y
cada día, bajo diferentes circunstancias, los prueba en su plan de
acción. En cada esfuerzo hecho de todo corazón para realizar su plan, él
escoge a sus agentes, no porque sean perfectos, sino porque, mediante
la relación con él, pueden alcanzar la perfección.
Dios
aceptará únicamente a los que están determinados a ponerse un blanco
elevado. Coloca a cada agente humano bajo la obligación de hacer lo
mejor que puede. De todos exige perfección moral. Nunca debiéramos
rebajar la norma de justicia con el fin de contemporizar con las malas
tendencias heredadas o cultivadas. Necesitamos comprender que la
imperfección de carácter es pecado. En Dios se hallan todos los
atributos justos del carácter como un todo perfecto y armonioso, y cada
uno de los que recibe a Cristo como su Salvador personal tiene el
privilegio de poseer estos atributos...
Nadie
diga: “No puedo remediar mis defectos de carácter”. Si llegan a esta
conclusión, dejarán ciertamente de obtener la vida eterna. La
imposibilidad reside en su propia voluntad. Si no quieren, no pueden
vencer. La verdadera dificultad proviene de la corrupción de un corazón
no santificado y de la falta de voluntad para someterse al gobierno de
Dios.
Muchos
a quienes Dios ha calificado para hacer un excelente trabajo, realizan
muy poco, porque intentan poco. Miles pasan por la vida como si no
tuvieran objeto definido por el cual vivir, ni norma que alcanzar. Los
tales recibirán una recompensa proporcional a sus obras...
Para
gloria del Maestro, ambicionen cultivar todas las gracias del carácter.
Deben agradar a Dios en todos los aspectos de la formación de su
carácter. Pueden hacerlo, pues Enoc agradó al Señor aunque vivía en una
época degenerada. Y en nuestros días también hay Enocs.—Palabras de Vida
del Gran Maestro, 265-267.
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