miércoles, 5 de noviembre de 2014

Adorar fielmente cada mañana y cada noche


Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Mateo 7:24.
Que los miembros de cada familia tengan siempre en cuenta que están íntimamente unidos con el cielo. El Señor tiene un interés especial en la familia de sus hijos terrenales. Los ángeles ofrecen el humo del fragante incienso de las oraciones de los santos. Por lo tanto, que en cada familia la oración ascienda hacia el cielo, tanto a la mañana como en la hora fresca de la puesta de sol, presentando delante del Señor los méritos del Salvador en favor de nosotros. Mañana y noche, el universo celestial toma nota de cada familia que ora.
Antes de salir de casa para ir a trabajar, toda la familia debe ser convocada y el padre, o la madre en ausencia del padre, debe rogar con fervor a Dios que los guarde durante el día. Acudan con humildad con un corazón lleno de ternura presintiendo las tentaciones y los peligros que les acechan a ustedes y a sus hijos, y por la fe aten a estos últimos al altar, solicitando para ellos el cuidado del Señor. Los ángeles ministradores guardarán a los niños así dedicados a Dios...
En cada familia debería haber una hora fija para los cultos matutino y vespertino. ¿No conviene a los padres reunir en derredor suyo a sus hijos antes del desayuno para agradecer al Padre celestial por su protección durante la noche, y para pedirle su ayuda y cuidado durante el día? ¿No es propio también, cuando llega el anochecer, que los padres y los hijos se reúnan una vez más delante de Dios para agradecerle las bendiciones recibidas durante el día que termina?
El culto familiar no debiera ser gobernado por las circunstancias. No han de orar ocasionalmente y descuidar la oración en un día de mucho trabajo. Al hacer esto, inducen a sus hijos a considerar la oración como algo no importante. La oración significa mucho para los hijos de Dios, y las acciones de gracias debieran elevarse mañana y noche delante de Dios...
No pasemos por alto nuestras obligaciones hacia Dios al esforzarnos por atender la comodidad y felicidad de nuestros huéspedes. Ninguna consideración debería hacernos desatender la hora de la oración. No hablen ni se entretengan con otras cosas hasta el punto de estar todos demasiado cansados para gozar de un momento de devoción. Hacer esto es presentar a Dios una ofrenda imperfecta. Deberíamos presentar nuestras súplicas y elevar nuestras voces en alabanza feliz y agradecida, a una hora temprana de la noche, cuando podamos orar sin prisa e inteligentemente.—Conducción del Niño, 491-493.

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