martes, 10 de septiembre de 2024

En las ciudades del este


¡Mirad las ciudades, y cuánto necesitan del Evangelio! Durante más de veinte años, me ha sido recordada la necesidad de obreros celosos entre las multitudes que pueblan las ciudades. ¿Quién se preocupa por las grandes ciudades? Algunos, pero poca es la atención que se ha dedicado a esta obra si se piensa en las inmensas necesidades y en las innúmeras oportunidades.

Se me ha indicado que el mensaje debiera ser predicado con nuevo poder en las ciudades del este [de los Estados Unidos]. En muchas de esas ciudades, los mensajes del primer ángel y del segundo fueron anunciados durante el movimiento de 1844. A nosotros, como siervos de Dios, ha sido confiado el mensaje del tercer ángel, en el cual culmina la obra de los precedentes para preparar un pueblo para la venida del Rey. Debemos hacer todos los esfuerzos que podamos para hacer conocer la verdad a aquellos que están dispuestos a oírla, y muchos la escucharán. En todas las grandes ciudades Dios tiene almas sinceras, deseosas de saber lo que es la verdad. El tiempo es corto; el Señor desea que todo lo que se relaciona con su obra sea puesto en orden. Desea que su solemne mensaje de amonestación e invitación sea proclamado tan extensamente como puedan darlo sus mensajeros. Nada debemos tolerar en nuestros planes que pudiera impedir su marcha. “Repite el mensaje, repite el mensaje,—tales son las palabras que me fueron dirigidas en muchas ocasiones.—Di a mi pueblo que debe repetir el mensaje en aquellas localidades donde fué anunciado al principio, y donde una iglesia tras otra se decidieron por la verdad, y el poder de Dios testificaba notablemente con respecto al mensaje.” Durante años, los primeros obreros de nuestra obra lucharon contra la pobreza, expuestos a numerosas privaciones para asegurar a la verdad presente una situación ventajosa. Con pocos recursos trabajaron sin descanso, y Dios bendijo sus humildes esfuerzos. El mensaje fué proclamado con poder en el este y de allí se expandió hacia el oeste, hasta que en muchos lugares se crearon centros de influencia. Puede ser que hoy nuestros obreros no tengan que pasar por las privaciones de los primeros tiempos; pero las condiciones más favorables no debieran inducirnos a cercenar nuestros esfuerzos. Y ahora que el Señor nos ordena proclamar de nuevo el mensaje con poder en el este, y nos manda entrar en las ciudades del norte, sur, este y oeste, ¿no responderemos a su llamamiento como un solo hombre? ¿No haremos planes para mandar nuestros mensajeros a todos los campos y para sostenerlos generosamente? ¿No irán los ministros de Dios a aquellos centros populosos para amonestar a las multitudes? ¿Para qué sirven nuestras asociaciones, si no es para proseguir la obra? ... Y mientras esos obreros hablen de la verdad, la pongan en práctica y oren por su progreso, Dios conmoverá los corazones. Si trabajan con todo el poder que Dios les concede, con un corazón humilde y confiando enteramente en él, sus labores no quedarán sin fruto. Los esfuerzos resueltos hechos con el propósito de comunicar a las almas el conocimiento de la verdad para nuestra época serán secundados por los santos ángeles, y muchas almas serán salvas.

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