Considerad la parábola de la higuera. “Y dijo esta parábola: Tenía uno una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñero: He aquí tres años ha que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra? El entonces respondiendo, le dijo: Señor, déjala aún este año, hasta que la excave, y estercole. Y si hiciere fruto, bien; y si no, la cortarás después.” Lucas 13:6-9.
“Y si no.” En estas palabras hay una lección para cuantos están relacionados con la obra de Dios. Se concedió un período de prueba al árbol que no llevaba fruto. Asimismo, Dios tendrá paciencia con su pueblo. Pero dice de aquellos que han gozado de grandes ventajas, que ocupan puestos de confianza, y que sin embargo no llevan fruto: “Córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra?” Lucas 13:7. Recuerden los que están relacionados con las instituciones del Señor que Dios espera hallar frutos en su viña. Pide una cosecha en proporción a las bendiciones que concede. Los ángeles del cielo han visitado cada lugar donde las instituciones de Dios están establecidas, y ministrado en ellas. La infidelidad es en estas instituciones un pecado mayor que en otra parte, porque ejerce mayor influencia que en cualquier otro lugar. La infidelidad, la injusticia, la complicidad con el mal impiden que la luz de Dios resplandezca en los instrumentos del Señor. El mundo observa, listo para criticar con perspicacia y severidad vuestras palabras, vuestras acciones y vuestros asuntos comerciales. A todos los que desempeñan un papel en relación con la obra del Señor se los vigila y pesa en la balanza del juicio humano. Dejáis constantemente impresiones favorables o desfavorables a la religión de la Biblia en el ánimo de todos aquellos con quienes tratáis. El mundo mira para ver qué frutos llevan los que profesan ser cristianos. Tiene derecho a hallar frutos de abnegación y sacrificio en aquellos que aseveran creer la verdad. Ha habido, y habrá, entre nuestros obreros, hombres que no sienten su necesidad de Jesús a cada paso. Creen no tener tiempo para orar y asistir a las reuniones religiosas. Tienen tanto que hacer que no pueden hallar tiempo para mantener su alma en el amor de Dios. Cuando esto sucede, Satanás está listo para crear vanas ideas. Los obreros que no son diligentes ni fieles causan un daño incalculable; dan ejemplo a otros. En cada institución, hay empleados que desempeñan su tarea con gozo y de todo corazón. Mas ¿no habrá de perjudicarlos esa levadura? ¿Habrá de quedar la institución sin algunos sinceros ejemplos de fidelidad cristiana? Cuando hombres que profesan ser representantes de Cristo demuestran que no son convertidos y dejan ver un carácter inculto, egoísta e impuro, deben ser separados de la obra. Los obreros necesitan comprender el carácter sagrado de la confianza con que el Señor los ha honrado. Los móviles tornadizos, los actos impulsivos, deben ser dejados a un lado. Los que no saben distinguir lo sagrado de lo profano, no pueden ser administradores responsables y fidedignos, puesto que si fuesen tentados, traicionarían la confianza. Los que no aprecian los privilegios y oportunidades que entraña el estar relacionado con la obra de Dios no resistirán cuando el enemigo presente sus tentaciones especiosas. Se dejan extraviar con facilidad por proyectos egoístas y ambiciosos. Una vez que la luz les ha sido presentada, si siguen sin discernir lo bueno de lo malo, cuanto antes se los separe de la institución, tanto más puro y elevado será el carácter de la obra. No debiera conservarse en una institución del Señor, cualquiera que sea, a nadie que en un momento difícil no comprenda que estas instituciones son sagradas. Si los empleados no encuentran placer en la verdad, si su relación con la institución no los hace mejores, si no crea en ellos ningún amor por la verdad, entonces, después de un tiempo de prueba suficiente, separadlos de la obra, porque su impiedad y su incredulidad ejercen una influencia sobre los demás. Por su medio, los malos ángeles trabajan para desviar a quienes ingresan en la institución como aprendices. Debéis tener como aprendices a jóvenes promisorios que amen a Dios. Mas si los ponéis con otros que no tengan amor por Dios, están constantemente expuestos al peligro por esta influencia irreligiosa. Los espíritus mundanos, los que se entregan a la maledicencia, los que se deleitan en conversar de las faltas ajenas sin pensar en las propias, deben quedar separados de la obra.
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