"Pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres." 1 Cor. 4: 9.
El Señor es bueno y digno de ser adorado. Aprendamos a alabarlo con nuestra voz, y comprendamos que siempre gozamos de excelente compañía: Dios, y su Hijo Jesús. Somos espectáculo para los mundos no caídos, para los ángeles y nuestros semejantes. Si lo comprendemos, esto nos inducirá a avanzar de acuerdo con la dirección del Señor, con corazón firme y bien fortalecido.
Velemos en oración. Esto nos ayudará a entender que debemos ponernos bajo la dirección de Jesús, nuestro divino Conductor. El nos confiere firmeza de propósito, impulsos controlados y semejantes a los de Cristo, y sano juicio para pensar sobria y bondadosamente. Disponemos de muy poco tiempo para ser infelices. Queremos, mi querido hermano y mi querida hermana, albergar un espíritu feliz, porque sabemos que contamos con un Salvador que nos ama, y que nos va a bendecir si estamos dispuestos a darle la bienvenida en nuestro corazón.
No podemos darnos el lujo de emplear el talento del habla de manera que no beneficie a nadie. la Palabra de Dios controla la fuente de nuestros sentimientos y acciones en relación con los demás, y la condición del corazón regula los principios de la vida anterior. Si son puros e incontaminados darán origen a palabras y actos correctos. Nuestros talentos deben aumentar; en caso contrario, disminuirán.
Debemos ser hijos de Cristo y aprender de él. Tenemos que creer la verdad que profesamos y ponerla en práctica, es a saber, que el fin de todas las cosas está cerca. Debemos estar preparados en todo momento para presenciar el desarrollo de acontecimientos maravillosos. Deberíamos consagrar nuestras vidas cada día al servicio del Señor, y abrir la puerta del corazón para dar la bienvenida al huésped celestial, y recibir su amor.
Durante la noche he orado mucho para comprender más el amor del Salvador. Aunque su amor nunca ha desaparecido de mi corazón, deseo ardientemente que aumente más y más, hasta que se pueda decir de mí: "Estás completa en él" (Véase Col. 2: 10).
Pronunciemos siempre palabras alegres, y no permitamos jamás que surja de nuestros labios una palabra airada; porque puede herir a una pobre alma que está luchando por la vital atmósfera celestial ( Carta 185 , del 17 de agosto de 1903, dirigida al pastor S. N. Haskell y Sra.).
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