miércoles, 15 de octubre de 2014

Controlar el apetito por medio del poder de Cristo.


Así que arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio. Hechos 3:19.
Sólo el poder de Cristo puede obrar, en el corazón y la mente, la transformación que deben experimentar todos los que quieran participar con él de la nueva vida en el reino de los cielos... Para servirle convenientemente es necesario haber nacido del Espíritu divino. Entonces seremos inducidos a velar. Nuestro corazón será purificado, nuestra mente renovada, y recibiremos nuevas aptitudes para conocer y amar a Dios. Obedeceremos espontáneamente todos sus requerimientos. En esto consiste el culto verdadero.
Dios exige que su pueblo progrese constantemente. Debemos aprender que la satisfacción de nuestros apetitos es el mayor obstáculo que se opone a nuestro progreso intelectual y a la santificación del alma. No obstante todo lo que profesemos en lo que concierne a la reforma pro salud, algunos de entre nosotros se alimentan mal. El halago de los apetitos es la causa principal de la debilidad física y mental, del agotamiento y de las muertes prematuras. Toda persona que busca la pureza de la mente debe recordar que en Cristo hay un poder capaz de dominar los apetitos...
Los alimentos preparados basados en la carne perjudican la salud física, y debemos aprender a vivir sin ellos. Los que están en situación de seguir un régimen vegetariano, pero prefieren seguir sus propias inclinaciones en este asunto, comiendo y bebiendo como quieren, irán descuidando gradualmente la instrucción que el Señor ha dado tocante a otras fases de la verdad presente, perderán su percepción de lo que es verdad y, con toda seguridad, segarán lo que hayan sembrado...
Me dirijo tanto a los jóvenes como a los adultos y ancianos: Absténganse de las cosas que pueden dañarlos. Sirvan al Señor con sacrificio. Los niños deben participar con inteligencia en esta obra. Todos somos miembros de la familia del Señor; y él quiere que sus hijos ancianos y jóvenes resuelvan sacrificar sus apetitos y economizar el dinero necesario para construir capillas y sostener a misioneros
Estoy comisionada para decir a los padres: Colóquense enteramente, alma y espíritu, del lado del Señor en este asunto. Debemos recordar en estos días de prueba que estamos en juicio delante del Señor del universo. ¿No renunciarán a las costumbres que les causan daño? Las palabras valen poco; muestren por sus actos de abnegación que quieren obedecer las órdenes que el Señor da a su pueblo peculiar.—The Review and Herald, 24 de febrero de

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