viernes, 3 de mayo de 2024

El material que se ha de publicar


Dedíquense nuestros periódicos a la publicación de un material vivo y serio. Rebose cada artículo de pensamientos prácticos, elevadores y ennoblecedores, pensamientos que darán al lector ayuda, luz y fuerza. Debe honrarse como nunca antes la religión y la santidad en la familia. Si hubo un pueblo que necesitase andar ante Dios como Enoc, es el pueblo adventista del séptimo día ahora, que debe demostrar su sinceridad por sus palabras puras, limpias y llenas de simpatía, ternura y amor.

Hay momentos en que son necesarias las palabras de reprensión y de reproche. A los que han salido del camino recto se los debe despertar para que vean su peligro. Debe dárseles un mensaje que los saque del letargo que encadena sus sentidos. Debe producirse una renovación moral, o de lo contrario las almas perecerán en sus pecados. Déjese penetrar hasta el corazón el mensaje de verdad, como una espada aguda y de dos filos. Háganse llamamientos que despierten a los negligentes, y hagan volver a Dios a los espíritus extraviados en la insensatez. Debe atraerse poderosamente la atención de la gente. Nuestro mensaje es sabor de vida para vida o de muerte para muerte. Están en la balanza los destinos de las almas. Hay multitudes en el valle de la decisión. Debe oírse una voz que clame: “Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él.” 1 Reyes 18:21. Al mismo tiempo, en ninguna circunstancia deben publicarse cosas provenientes de un espíritu duro y denunciador. No haya en nuestros periódicos estocadas ni críticas amargas o sarcasmos mordaces. Satanás ha logrado casi expulsar del mundo la verdad de Dios, y se deleita cuando sus profesos defensores dan la impresión de no estar bajo la influencia de la verdad que subyuga y santifica el alma. Los que escriben en nuestros periódicos deben espaciarse lo menos posible en las objeciones o los argumentos de los opositores. En toda nuestra obra debemos hacer frente a la mentira con la verdad. Expóngase la verdad por encima de todas las sugestiones personales, referencias o insultos. Negociemos únicamente con la moneda del cielo. Hagamos uso únicamente de aquello que lleva la imagen y la inscripción de Dios. Hagamos penetrar la verdad, nueva y convincente, para minar y suprimir el error. Dios quiere que seamos siempre serenos y tolerantes. Cualquiera que sea la conducta seguida por los demás, hemos de representar a Cristo, obrando como obraría él en circunstancias similares. El poder de nuestro Salvador no estribaba en una enérgica andanada de palabras agudas. Fué su bondad, su espíritu abnegado y humilde lo que hizo de él un conquistador de corazones. El secreto de nuestro éxito estriba en revelar el mismo espíritu.

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