miércoles, 1 de mayo de 2024

El objeto de nuestras publicaciones


Nuestras publicaciones tienen que realizar una obra muy sagrada y presentar en forma clara, sencilla y llana la base espiritual de nuestra fe. Por doquiera la gente hace sus decisiones; todos están tomando posiciones, o bajo el estandarte de la verdad y la justicia, o bajo el estandarte de las potencias apóstatas que están contendiendo por la supremacía. En este tiempo se ha de dar al mundo el mensaje de Dios con tanto énfasis y poder que la gente se vea frente a frente con la verdad, y deba decidir con su mente y su corazón. Debe ser inducida a ver la superioridad de la verdad sobre los múltiples errores que procuran atraer la atención y suplantar, si fuese posible, la Palabra de Dios para este tiempo solemne.

El gran objeto de nuestras publicaciones es ensalzar a Dios, llamar la atención de los hombres a las verdades vivas de su Palabra. Dios nos invita a enarbolar, no nuestro propio estandarte, no el estandarte de este mundo, sino el de la verdad. Únicamente si hacemos esto podrá acompañarnos su mano prosperadora. Consideremos el trato de Dios con sus hijos en lo pasado. Notemos cómo, mientras llevaban el estandarte de él, los exaltó delante de sus enemigos. Pero cuando, dominados por la exaltación propia, dejaron de obedecer y ensalzaron un poder y un principio que eran opuestos a Dios, les dejó acarrear sobre sí mismos desastre y derrota. Consideremos el caso de Daniel. Cuando fué llamado a presentarse ante el rey Nabucodonosor, no vaciló en reconocer la fuente de su sabiduría. ¿Acaso este reconocimiento fiel de Dios menoscabó la influencia de Daniel en la corte del rey? De ninguna manera; fué el secreto de su poder; le aseguró el favor del príncipe de Babilonia. En el nombre de Dios, Daniel hizo conocer al rey los mensajes de instrucción, amonestación y reprensión que mandaba el cielo, y no fué rechazado. Lean los obreros de Dios hoy el testimonio firme y osado de Daniel, y sigan su ejemplo. Nunca manifiesta el hombre mayor insensatez que cuando sacrifica la fidelidad y el honor que debe a Dios a fin de ser aceptado y reconocido en el mundo. Cuando nos colocamos donde Dios no puede cooperar con nosotros, nuestra fuerza se trueca en debilidad. Todo lo que se logra en cuanto a restaurar en el hombre la imagen de Dios, se debe a que Dios es la eficiencia del obrero. Únicamente su poder puede restaurar el cuerpo, vivificar la mente, o renovar el alma. En nuestra obra de las publicaciones, como en cualquier otro ramo de actividad o de la vida cristiana, se demostrará la verdad de las palabras de Cristo: “Sin mí nada podéis hacer.” Juan 15:5. Dios ha dado a los hombres principios inmortales, ante los cuales se inclinarán un día todas las potestades humanas. Nos invita a dar al mundo, por el precepto y el ejemplo, una demostración de estos principios. Para los que le honran por una fiel adhesión a su Palabra, el resultado será glorioso. Significa mucho ser fiel a principios que vivirán a través de las edades eternas.

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