"Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. " Luc. 21: 34.
Querido amigo cristiano: Deténgase a pensar. Está trabajando con el dinero de su Señor y, ¿qué uso le está dando? Usted puede permitir que su mente se llene de transacciones comerciales y de los cuidados de esta vida, pero no puede llevar nada de eso al otro mundo. Este tipo de educación, que usted está recibiendo, no servirá para nada allá. Por lo tanto, ¿por qué no usa sus talentos para edificar el reino de Cristo? ¿Por qué no dedica al servicio de Dios el tacto, las habilidades y la energía que le han dado tanto éxito en los negocios? Las obras de este mundo serán destruidas. ¿No sería mejor que dedicara algo de sus facultades mentales a la causa de Dios, para edificar donde su obra perdura y donde no sufra pérdidas?
La constante preocupación de nuestros corazones debería ser: ¿Qué puedo hacer para salvar las almas por las cuales Cristo murió? Alrededor de mí hay almas preciosas, sumidas en la maldad, que van a perecer a menos que alguien trabaje por su salvación. ¿Qué puedo hacer para alcanzar a esas almas errantes, para llevarlas a la gloriosa ciudad de Dios, y presentarías delante de trono diciendo: "Aquí estoy yo y los hijos que me diste"?
Algunos pueden excusarse diciendo: "No tengo experiencia en este trabajo; he usado mis habilidades solamente en las cosas de esta vida". Pues bien, ustedes tienen que decidir si van a continuar dedicando su tiempo y sus fuerzas a intereses mundanales, o si los van a usar en la causa de Dios. A ninguno de nosotros se nos va a obligar a prestar este servicio. Si decidimos dedicar nuestras facultades a asuntos mundanales, nada nos lo podrá impedir. Pero, ¿por qué insistimos en depositar nuestros tesoros aquí en lugar de hacerlo en el cielo? Supongamos que ustedes se decidieran a cambiar el orden de las cosas, y a depositar una parte de sus tesoros en el cielo. ¿No se regocijarían acaso si lo recibieran intacto de vuelta en lo futuro?. . .
Dios le ha asignado a cada cual su tarea. La segunda muerte será la porción de los que no trabajan, y entonces se escucharán las terribles palabras: "Apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mat. 7: 23). Pero los siervos fieles no perderán su recompensa. Obtendrán la vida eterna y el "bien, buen siervo y fiel" (Mat. 25: 23) descenderá como dulce música hasta sus oídos ( Signs of the Times , 28 de julio de 1887).
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