Si algo está demostrando el Papa Francisco, tanto en sus medidas intraeclesiales como en sus intervenciones 'ad extra', es su absoluta carencia de miedo y su capacidad de agarrar el toro por los cuernos. En menos de una semana le ha cantado las cuarenta a Europa en su memorable discurso al Parlamento, ha afrontado personalmente y sin tapujo un caso español de pederastia, y ha aterrizado en el vértice mismo de la mayor confrontación geopolítica y religiosa que divide al mundo: la frontera del nuevo califato, la versióm más violenta del islam.
Ya fue calificado de «alto riesgo» el viaje de su predecesor Benedicto XVI a Turquía en 2006, que a su vez seguía las huellas de Pablo VI y Juan Pablo II en su diálogo ecuménico. A la siempre delicada situación que es para un Papa visitar un país con un 97% de musulmanes en su mayoría suníes y poco más de 30.000 católicos que no obtienen pleno reconocimiento institucional, puente estratégico entre Asia y Europa, se suma ahora su implicación en una lucha en la ciudad kurda de Kobane, en la frontera con Siria, con los yihadistas del Estado Islámico, sus matanzas, provocaciones y la dramática situación de un millón de refugiados sirios.http://www.elmundo.es/internacional/2014/11/30/5479f096268e3e021f8b4575.html
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