Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas 
dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará 
buenas cosas a los que le pidan? Mateo 7:11.
Todos estamos bajo la obligación de negarnos diariamente 
por causa de Cristo. Dice Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese 
a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame... Y el que no lleva su cruz y viene 
en pos de mí, no puede ser mi discípulo” Lucas 9:23; 14:27.
Mientras invoquemos a Dios a cada paso, suplicando la 
sabiduría divina mientras avanzamos, buscando luz y gracia para que en todas y 
cada una de las circunstancias hagamos a otros como quisiéramos que nos hicieran 
si estuviéramos en su lugar, sentiremos la necesidad de cumplir la anchura y la 
profundidad de los requerimientos de la santa ley de Dios. De esa manera 
perderemos de vista el yo y miraremos a Jesús, el Autor y Consumador de nuestra 
fe; echaremos los fundamentos de las obras de misericordia, benevolencia, 
compasión y amor que se comparan al oro, la plata y las piedras preciosas, que 
el fuego del último día no podrá consumir.
El Señor Jesús es nuestra eficiencia en todo; su Espíritu 
ha de ser nuestra inspiración; y al ponernos en sus manos para ser conductos de 
luz, nuestros medios para hacer el bien nunca se agotarán, porque las fuentes 
del poder de Cristo están a nuestras órdenes. Podemos aprovechar su plenitud y 
recibir la gracia que no tiene límite. El Capitán de nuestra salvación quiere 
enseñarnos a cada paso que hay un poder omnipotente que está a disposición de la 
fe viva. Dice Jesús: “Separados de mí nada podéis hacer”; pero de nuevo declara 
que “aun mayores hará, porque yo voy al Padre” Juan 15:5; 14:12.
Debemos orar sin cesar. Al suplicar al trono de la gracia 
en el nombre de Cristo, la promesa es segura: “Todo cuanto pidiereis al Padre en 
mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y 
recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido”. Juan 16:23, 24. Cuando hacen de 
Dios su confianza, cuando claman a él con todo su corazón, lo encontrarán. 
“Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí”. Isaías 
58:9.—The Review and Herald, 30 de octubre de 1894. 
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