"Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe." Fil. 3: 9.
Josué, que estaba delante del ángel de Jehová cubierto de vestiduras viles, representa a aquellos cuya vida religiosa ha sido defectuosa, que han sido vencidos por las tentaciones de Satanás, y son indignos del favor de Dios. Los seres humanos comparecen actualmente delante de Dios cubiertos con vestiduras viles. Toda su justicia es "como trapo de inmundicia" (Isa. 64: 6). Satanás emplea contra ellos su magistral poder acusador, para mostrar sus imperfecciones como evidencia de su debilidad. Señala sarcásticamente los errores de los que pretenden servir a Dios. Han sido engañados por él, y ahora pide permiso para destruirlos.
Pero ellos confían en Cristo y el Señor no los abandonará. Vino a este mundo para expiar sus pecados y para imputarles su justicia. Afirma que por la fe en su nombre pueden recibir perdón y un carácter perfecto, semejante al de él. Le han confesado sus pecados y le han pedido perdón, y Cristo afirma que por haberlo mirado y haber creído en él, les dará la facultad de ser hechos hijos de Dios. Sus caracteres son defectuosos, pero puesto que no confían en sus propios méritos ni excusan sus pecados, porque han pedido perdón por medio de los méritos de Cristo, el Señor los recibe y reprende a Satanás. Porque se han humillado y confesado sus pecados, no quiere escuchar las acusaciones del enemigo. Ha perdonado ampliamente a los arrepentidos, y llevará adelante en ellos su obra de amor redentor, si siguen creyendo y confiando en él. Completará su obra redentora al derrotar al enemigo y glorificará su nombre mediante la salvación de ellos. . .
Los que por la gracia de Dios hayan logrado vencer sus debilidades tienen que enseñar a otros el secreto de la victoria, señalándoles la Fuente de fortaleza. A cada alma convertida se le da el privilegio de ayudar a los que los rodean y que no se regocijan en la luz en medio de la cual están. Ellos también pueden conocer la alegría que experimentan. "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1: 12). Pueden ocupar su lugar en el mundo como portaluces de Dios ( Carta 173 , del 5 de agosto de 1903, dirigida a "Mis queridos hermanos").
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