"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." Juan 3: 16.
Cuando disponemos de una promesa tan rica y tan plena como [la de Juan 3: 14-19. . .]me pregunto: "¿Qué excusa podemos tener para la incredulidad? ¿Qué excusa para decir: No creo que el Señor escuche mis oraciones; me gustaría creer que soy cristiano, o me gustaría tener evidencias de que soy hijo de Dios?" Los sentimientos varían mucho, pero aquí tenemos preciosas palabras de vida eterna.
¿Cuál es la evidencia? ¿Es un vuelo de los sentimientos? ¿Es una emoción del corazón la que da evidencias de que alguien es hijo de Dios? Pero aquí tenemos la preciosa palabra de vida eterna que nos asegura que podemos aferrarnos, mediante una fe viviente, de la esperanza que nos propone el Evangelio.
Podemos ponernos en contacto con Jesucristo, nuestro Abogado en las cortes celestiales. Necesitamos un amigo en esa corte. Hemos pecado, hemos sido desobedientes y transgresores, y es de suma importancia que dispongamos de un amigo en la corte para que defienda nuestros casos ante el Padre. El dice: "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo" (Juan 12: 32). Bien, ¿todos seremos atraídos? Cristo atrae, pero ¿responderán ellos a su poder de atracción? ¿Vendrán? La invitación que aparece en el Apocalipsis es la siguiente: "Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente" (Apoc. 22: 17).
No sólo el pastor debe decir: "Ven", sino que el que oye también tiene que decir: "Ven". Hay que oír con un propósito y cuando se escucha el mensaje se comienza a hablar y a decir: "Ven". El aceptar la invitación lo es todo para ustedes, y cuando se den cuenta de que pueden venir, descubrirán que el privilegio es tan grande, tan inmerecido, que desearán que todo el mundo goce del mismo privilegio que ustedes han recibido, de tal manera que se conviertan en colaboradores de Dios. . .
Dios dice: "Ven"; el Espíritu dice: "Ven", la esposa dice: "Ven", y todo el que oye dice: "Ven". ¡Oh, Dios quiera que muchos más digan, mediante vidas consecuentes y piadosas, y las palabras de sus labios: "Ven"! No sólo mediante el precepto sino mediante el ejemplo viviente se manifiesta que el cielo vale la pena y que el cristianismo es algo por lo cual vale la pena luchar ( Manuscrito 10 , del 2 de agosto de 1891).
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